EDUCACIÓN. El presidente de la República, Pedro Castillo, arribó a La Libertad, donde lideró el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana (Conasec) y, durante su presentación, nuevamente habló como si hubiese llegado al Gobierno hace unas semanas y no hace ya un año. Dijo lo que se debía hacer, pero nada de lo que ya estuviera haciendo. Es decir, continúa con su discurso de candidato.
Una muestra del populismo impregnado en todo su discurso se dio cuando habló de los “47 proyectos de ley presentados” al Congreso y que aún no han sido puestos a debate. Uno de ellos, dijo, es “a favor de nuestros hijos para que una vez que terminen la secundaria tengan el ingreso libre a la universidad”. Esta es una de sus promesas de campaña. Una medida que puede ganar muchos adeptos –es de imaginar que un alto porcentaje de familias espera que sus hijos puedan lograr estudios universitarios–, pero no que tiene muchas aristas a ser analizadas para realmente ser eficiente.
Para empezar, existe un problema de infraestructura y presupuesto. ¿Las universidades están listas para ver duplicado o triplicado (siendo modestos, pues en varias universidades del Estado el promedio de postulantes versus ingresantes es de 10 a 1) el número de alumnos a los cuales recibir? Eso implica más aulas, más profesores, mayor material educativo. ¿Qué sucederá con los alumnos que no aprueben los primeros ciclos?, ¿podrán quedarse indefinidamente en clases?
Existe además un problema de calidad. No basta con que los estudiantes puedan ingresar libremente, se requiere que la universidad cuente con la calidad necesaria que asegure que la educación que reciban sirva realmente para que los jóvenes logren el conocimiento requerido para ser integrados por las empresas al momento de egresar de las aulas.
Pero también –y quizás más importante– hay un tema de fondo: ¿este ingreso directo será para cualquier carrera o para las que el país requiere impulsar? ¿Se está informando a los estudiantes cuáles son las profesiones que ya están saturadas y cuáles las que tienen poco alumnado, pero son requeridas por el mercado? ¿Se seguirá apostando por preparar profesionales y técnicos alejados de las necesidades de las empresas que les darán empleo?
Desde el Ejecutivo, el ministro de Educación, Rosendo Serna, tiene mucho por hacer –mejorar la calidad de la enseñanza, recuperar el tiempo perdido en pandemia, preocuparse por mejorar la infraestructura, entre otros– como para considerar que el proyecto del ingreso libre sea lo más importante. Basta de mentirle a la población.