(Foto: Alessandro Currarino / GEC)
(Foto: Alessandro Currarino / GEC)

CONGRESO. Hoy el Ejecutivo debería presentar, finalmente, el proyecto de ley para modificar la Constitución y adelantar las elecciones generales (de Presidencia y Parlamento) y terminar así con las dudas generadas desde que el presidente Martín Vizcarra hizo el anuncio durante su mensaje del 28 de julio. El Ejecutivo debe ser muy cuidadoso para que la propuesta sea muy clara, incluyendo los plazos, si es que se pretende contar con un nuevo presidente y un nuevo Poder Legislativo en julio del 2020. Lamentablemente, los voceros del régimen de Vizcarra hasta el momento lanzan explicaciones confusas que complican la situación.

Luego de entregado el proyecto le tocará al Congreso—más allá de la incomodidad que le pudiera haber generado la propuesta— ponderar el desafío que le exige el país, que es encontrar una salida que sea dentro del marco constitucional, pero que no signifique aumentar la conflictividad.

Al ciudadano puede que poco le importe cuál de las partes (Ejecutivo o Legislativo) es más o menos responsable de la crisis que se vive, pero al parecer el Parlamento sigue enfrascado en esa discusión, a tal punto que un sector no quiere ni esperar al proyecto y plantea que sea el presidente quien renuncie, tratando de que esa acción demuestre su “incapacidad”.

Lo que olvidan varios congresistas es la baja popularidad que mantienen frente a la opinión pública. Es verdad que este es un mal que ha acompañado a los legisladores de gobiernos anteriores, pero este en particular ha sido uno de los de peor desempeño. Así, la posibilidad de que el titular del Parlamento se quede a cargo del país por un periodo corto si Vizcarra renuncia, también ha sido cuestionada.

El Congreso tiene la oportunidad de revertir, por lo menos en parte, la percepción de la ciudadanía y demostrar con hechos que el país le importa más que las disputas. Pero para ello es necesario deponer el orgullo herido y sentarse a conversar con el Ejecutivo para lograr la mejor propuesta posible, que tenga en cuenta los tiempos, y que cuya explicación constitucional de los pasos a seguir sea muy clara y entendible por todos. Solo así se reducirá la incertidumbre que este tipo de transiciones genera.

Para varios congresistas este podría ser el fin de su carrera política. ¿Con qué imagen querrán ser recordados por la población? ¿Como aquellos que finalmente dejaron de lado el conflicto y optaron por lo más adecuado para los peruanos o como un grupo que prefirió la pugna dejando la sensación de priorizar sus intereses personales? Lo veremos en las próximas semanas, siempre y cuando también el Ejecutivo no siga en el modo de enfrentamiento que aún persiste en ciertos ministros.