CRECIMIENTO. A nivel nacional, el mercado laboral continúa sin recuperar sus niveles previos a la pandemia. Algunos indicadores presentados por el INEI a setiembre de este año, trimestrales y anualizados, respecto del mismo periodo del 2020, muestran una mejoría que se debe sobre todo al efecto estadístico –las actividades productivas se estaban reabriendo gradualmente, lo que también explica los resultados del PBI–, pero respecto de setiembre del 2019, los datos son desalentadores.
Es el caso de la población ocupada, que aumentó 16.9% comparada con el tercer trimestre del 2020, pero aún se encuentra rezagada en 1.4% frente al mismo periodo del 2019. Eso significa que a setiembre tenían empleo 235,300 personas menos que hace dos años. La informalidad laboral tampoco cede terreno: afectó al 78.2% de los trabajadores en todo el país e incluso fue ligeramente mayor que la registrada en el informe del segundo trimestre. A esto se suman la caída del empleo adecuado y el repunte del subempleo, también respecto del 2019.
Y el declive de la calidad del trabajo en el Perú se completa con el retroceso en los ingresos mensuales. El promedio anualizado a setiembre fue S/ 1,379, monto más bajo comparado tanto con el 2020 como con el 2019 (caídas de 5.7% y 12.8%, respectivamente). Para empeorar la situación, hay que tener en cuenta la pérdida del poder adquisitivo que está siendo provocado por el aumento de la inflación, que afecta con mayor agudeza a los niveles socioeconómicos D y E.
¿La solución es repartir bonos, incluir combustibles en fondos de estabilización de precios y reactivar franjas de precios de productos importados? El Gobierno está optando por esta vía, aunque se trata de paliativos de efecto acotado en duración y alcance, que además tienen costos fiscales –que se piensa cubrir con elevar impuestos a los contribuyentes de siempre–. La fuerte incidencia del empleo informal podría darle pistas del problema: las empresas formales, que contratan personal en la legalidad, no lo están haciendo porque han pospuesto sus planes de inversión y esperan menores ventas en los próximos meses.
Y si el discurso hostil contra la libre empresa continúa, la postergación se convertirá en cancelación. El efecto estadístico, que generó una expansión del PBI de 9.71% en setiembre, pronto dejará de funcionar y tendrá más importancia lo que podría llamarse el “efecto desconfianza”. Ya hay indicios de su presencia: el sector finanzas se redujo 1.55% por los menores créditos de consumo y un débil desempeño de los corporativos e hipotecarios.