Editorial de Gestión. Queda prepararse para una mayor polarización o un mayor proteccionismo comercial. (Foto: GEC)
Editorial de Gestión. Queda prepararse para una mayor polarización o un mayor proteccionismo comercial. (Foto: GEC)

ECONOMÍA MUNDIAL. Ha transcurrido ya un mes desde que Rusia inició la invasión de Ucrania, violentando la legislación internacional, causando miles de víctimas y dañando las perspectivas de la recuperación de la economía mundial.

Entre las primeras estimaciones del daño de la guerra, el Fondo Monetario Internacional ha confirmado que va a reducir sus previsiones para el crecimiento mundial de este año.

Actualmente, el FMI prevé un crecimiento de 4.4% para el PBI global para el 2022. Pero dicha cifra ya había sido reducida desde un 4.9% previsto solo en octubre pasado. Cabe destacarse que la economía mundial viene de expandirse un 5.9% en el 2021 tras la contracción de 3.1% del 2020, caída determinada por el impacto inicial de la pandemia.

El organismo estima que, debido a la guerra, la economía ucraniana se contraerá al menos 10% este año, pero esta contracción podría hasta triplicarse si el conflicto se prolonga mucho más. El año pasado, el PBI ucraniano había crecido 3.2%.

La inflación, que venía ya al alza en los países del mundo, ahora se verá acentuada por los mayores costos que viene implicando el alza de los cereales y el petróleo.

El alza de precios récord en Estados Unidos ha provocado que la Reserva Federal dé inicio al ajuste de la política monetaria, y hasta seis incrementos más en la tasa de interés pueden estar en camino, medidas que si bien deben contener la inflación, frenarían también la expansión de la mayor economía del mundo, y la que más rápido venía recuperándose de la pandemia.

En cuanto a China, que ha fijado una meta de crecimiento de 5.5% para este año, el repunte de casos de covid-19 y las nuevas medidas restrictivas harán muy complicado el cumplimiento de ese objetivo, con lo que ello implique también en cuanto a su demanda de materias primas. El gigante asiático viene además registrando una importante salida de capitales, ya que a los inversores les preocupa que pueden recaer sobre Beijing sanciones por sus vínculos cercanos a Rusia.

Las perspectivas tampoco son alentadoras para Europa, que buscará reducir su dependencia energética de Rusia, con todo los costos e impacto que ello implicará en la producción.

En suma, la economía mundial ha pasado del impacto de la dura pandemia al impacto de una inesperada pero advertida guerra, con consecuencias quizás aún más inciertas.

Por ahora, queda prepararse para unos mayores costos de los alimentos y de los combustibles y para alguna otra complicación que pueda venir por la nueva realidad que dejará la guerra, como un freno a la integración, mayores gastos en armas, una mayor polarización o un mayor proteccionismo comercial. Conforme se prolongue más el conflicto, Occidente acentuará más las sanciones, las mismas que no deben extrañar que vengan acompañadas también de menores expectativas de crecimiento.

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