Editorial de Gestión. Queda claro que cualquier camino que se tome debe ser dentro del marco constitucional y siguiendo las normas establecidas.
Editorial de Gestión. Queda claro que cualquier camino que se tome debe ser dentro del marco constitucional y siguiendo las normas establecidas.

SALIDA. Durante su último mensaje a la Nación, el presidente Pedro Castillo demostró, una vez más, su incapacidad para la autocrítica. Sin embargo, y a pesar de que prefirió culpar al Congreso, tuvo que dar marcha atrás y hablar de recomponer nuevamente su Gabinete.

Pero hoy eso ya no es suficiente. Tras más de seis meses de Gobierno, ha quedado en evidencia que la crisis generada por el presidente no solo es culpa de su último Gabinete ni de sus ideas de izquierda, el problema mayor es su falta de ideas y la incapacidad para llevar al país hacia un norte claro. No se trata solo de la decisión del Parlamento de no darle la confianza al Gabinete que lideraba Hector Valer, es evidente, por la reacción de la ciudadanía (incluso de agrupaciones que inicialmente eran afines al Gobierno), que la permanencia de Castillo al frente del país empieza a perder legitimidad.

Si bien el Gobierno es legal, su legitimidad es cada vez más precaria. Eso afecta los destinos de todos los peruanos y hace necesario pensar seriamente en un cambio en la conducción del Poder Ejecutivo para acabar con la agonía de vivir en un país sin rumbo.

Queda claro que cualquier camino que se tome debe ser dentro del marco constitucional y siguiendo las normas establecidas. Una salida sería la renuncia de Pedro Castillo y de su vicepresidenta Dina Boluarte, quien no podría quedarse al frente del país pues ha sido partícipe no solo de todos los gabinetes sino también de las erradas decisiones que ha tomado el Gobierno. Esta renuncia que podría ser la salida más digna es quizás la más difícil, pues el comportamiento seguido por Castillo no demuestra que su cariño por el país sea superior a sus intereses particulares y a los de su grupo más cercano.

Siendo así, el Congreso tiene dos opciones: la vacancia, que podría ser el camino más corto, o la acusación constitucional. En ambos casos habrá que esperar para conocer cuál será la actitud de los legisladores, que hasta el momento tampoco han sabido dar la talla para cumplir con las expectativas que el país tiene ni han podido hacerle frente a un presidente sin ideas. Queda ver si sus comunicados y declaraciones se traducen en votos, la coherencia de los partidos va a ser muy importante.

Si alguna de estas salidas logra concretarse, será importante reconocer que lo sucedido en las últimas elecciones es responsabilidad de todas las fuerzas políticas y que tomará varios años lograr una solución definitiva, pues eso pasa por recomponer el sistema político y, con ello, la democracia, pero lo cierto es que hemos llegado al límite y es momento de partir. Señor presidente, queda ahora pensar en el país y renunciar.