NUESTROS PARES. El pasado lunes 12 de diciembre, los gobiernos de Argentina, Bolivia, Colombia y México emitieron un comunicado conjunto en el que expresaron “su profunda preocupación por los recientes sucesos que resultaron en la remoción y detención” de Pedro Castillo. Lejos de ser un llamado neutral a solucionar nuestra crisis; el documento transmitió entre líneas un respaldo ciego y desinformado hacia Castillo, que no reconocía falta alguna de su parte. El texto aún se refirió a él como “presidente de la República del Perú” y no hizo ninguna mención sobre su flagrante intento de golpe de Estado, dando a entender que la declaratoria de su vacancia había sido una decisión arbitraria.
Como si esto hubiese sido poco, en los días que siguieron, particularmente los presidentes de Colombia y México agravaron aún más esta situación con una serie de acciones y comentarios. Gustavo Petro insistió en respaldar a Castillo en una entrevista a la revista colombiana Semana, en la que aseguró que este había intentado “utilizar un artículo de la Constitución de ellos que sí permite el cierre del Congreso”. Con ello, no obstante, Petro demostró no haber tenido siquiera el respeto y delicadeza de informarse bien sobre los hechos antes de opinar. Como puede comprobar cualquiera con acceso a YouTube, Castillo no invocó ningún artículo constitucional para intentar cerrar el Congreso. Lo hizo –como Fujimori en 1992– fuera del marco de la Constitución. Y no solo intentó cerrar el Congreso, sino también tomar control de todo el sistema de justicia y apresar sin proceso judicial a la fiscal de la Nación.
López Obrador, por su parte, también ha insistido en una postura similar ante los medios mexicanos. Y, además, su gobierno no solo ha decidido otorgar asilo político a la familia de Castillo, sino que se lo ha ofrecido abiertamente también al propio expresidente, demostrando su completa falta de respeto por nuestro sistema de justicia.
Es una lástima comprobar que existen líderes en la región dispuestos a traicionar los valores democráticos y a dañar las tan importantes relaciones diplomáticas de nuestros países por motivaciones ideológicas, más aún cuando para ello utilizan argumentos negacionistas de hechos que son fácilmente verificables. Ha sido por ello un acierto que la Cancillería peruana responda criticando el comunicando y llamando en consulta a los embajadores de estos cuatro países. Y aunque resulte algo más polémica, es comprensible también la decisión de expulsar temporalmente al embajador mexicano. La grave irresponsabilidad y falta de respeto a todos los peruanos cometida por esos cuatro gobiernos amerita una respuesta firme.