POBREZA. Según los resultados del INEI, el año pasado la pobreza monetaria alcanzó al 30.1% de la población peruana, es decir que en el 2020 se cortó con la reducción que se registraba en las últimas décadas y, por el contrario, se incrementó en 9.9 puntos porcentuales por encima de los resultados del 2019.
Aun con lo grave de la cifra, se trata de un promedio. Los desagregados por zona rural o urbana o por departamentos muestran la gran desigualdad que se vive en el país. Así, por ejemplo, el área urbana es la más afectada en el último año –subió 11.4 puntos porcentuales, pasó a 26% –, pero el área rural sigue siendo la de mayor pobreza –llegó a 45.7%–. Pero incluso la llamada clase media que se caracteriza por haber superado los riesgos de pobreza, se ha reducido considerablemente, pasando de 46% en el 2019 a 34% en el 2020, es decir se redujo de casi 15 millones a 11.3 millones el año pasado, es decir, 3.6 millones menos.
El ministro de Economía, Waldo Mendoza, acaba de señalar que sin los programas de apoyo y reactivación aplicados el año pasado para hacerle frente a la crisis económica, la cifra de pobreza podría haber llegado al 40%, dejando en claro que un factor determinante para este resultado es la pandemia que vive el país. Y sin duda es cierto, pues en otro entorno seguramente las cifras de pobreza habrían seguido cayendo. Pero tampoco se puede negar que hay grandes tareas pendientes, sobre todo en mejora de infraestructura, focalización de reformas sociales y políticas públicas más eficaces.
Estas cifras no solo evidencian la vulnerabilidad de la población en todos los niveles, sino que hace necesario un nuevo enfoque al momento de definir la línea de pobreza o pobreza extrema. Una persona con ingresos mayores a S/ 360 es considerada no pobre sin importar si tiene acceso a servicios básicos, si tiene anemia, acceso a salud u otros indicadores que deberían incluirse, pues categorizar solo por el criterio de ingresos es insuficiente.
En el tema de la pobreza una condición necesaria pero no suficiente es recuperar el crecimiento. No solo visto desde el lado del PBI sino también asociado al empleo y a los ingresos, que siempre marchan más rezagados sobre todo en una etapa de recuperación económica como la que tendrá que vivir el país en los próximos años. Por eso resulta más importante revisar si los candidatos al sillón de Pizarro están planteando políticas viables y eficaces no solo para aplicar programas sociales de alivio a la pobreza que serán fundamentales para solucionar problemas de corto plazo, sino sobre todo programas sociales productivos cuyo fin sea eliminar la vulnerabilidad y potenciar capacidades que hoy son dejadas de lado con el fin de elevar la productividad. Todo eso mientras se busca fomentar las inversiones –principalmente privadas–, que son las únicas creadoras de empleo, y se impulsa la capacitación.