Editorial de Gestión. Los índices de la producción textil y de confecciones están muy por debajo de los picos alcanzados entre el 2011 y el 2013. (Foto: GEC)
Editorial de Gestión. Los índices de la producción textil y de confecciones están muy por debajo de los picos alcanzados entre el 2011 y el 2013. (Foto: GEC)

CRECIMIENTO. Las exportaciones de textiles y confecciones están registrando cifras que no se veían desde hace varios años, aunque su producción aún está rezagada. Entre enero y setiembre, las ventas al exterior de este sector no tradicional sumaron US$ 1,202 millones, un incremento de 74.6% respecto del mismo periodo del 2020. Ese notable salto se debe a que esta industria fue una de las más afectadas por la rígida cuarentena impuesta por el gobierno de Vizcarra, lo que afectó su producción y sus exportaciones. Irónicamente, sí se permitió la venta de ropa importada.

Pero también crecieron 17.6% con respecto a enero-setiembre del 2019. De hecho, ya superaron el total exportado el 2020 y también el 2016, y los datos preliminares de octubre auguran que cerrarán el año con los mejores resultados anuales desde el 2014. Este aumento se explica por factores como los mayores precios de los productos finales –debido al incremento de la demanda y al encarecimiento de insumos, causante y consecuencia, respectivamente, de la disrupción de las cadenas de suministro internacionales–.

Dicha alteración logística, exacerbada por las cuarentenas localizadas impuestas en zonas productoras y puertos de Asia, ha provocado que compradores occidentales vuelvan la mirada a proveedores de América Latina, entre los que el Perú posee ventajas competitivas como una rápida respuesta y adaptación a los pedidos y la calidad de tejidos y confecciones, pues la demanda internacional se habría vuelto más exigente. El hecho de que compradores europeos y estadounidenses estén enviando misiones al país probaría que al menos parte del buen momento textil no es coyuntural sino a mediano y largo plazo.

Para poder aprovecharlo, una debilidad de esta industria deberá convertirse en fortaleza: la baja utilización de la capacidad instalada, que en setiembre fue 58.7% para todo el sector y 55% para prendas de vestir. Eso significa que las empresas tienen margen para seguir aumentando su producción, siempre y cuando cuenten con el respaldo financiero para hacerlo. Es que la aparente recuperación respecto del 2020 oculta una situación preocupante, pues los índices de la producción textil y de confecciones (88.1 y 74.8 en setiembre, respectivamente) están muy por debajo de los picos alcanzados entre el 2011 y el 2013 (más de 120). Es claro que el sector necesita algún estímulo, pues ha demostrado que sigue siendo atractivo para el mercado exterior, aparte que es generador de empleo especializado.