PROYECCIONES. El Marco Macroeconómico Multianual (MMM) para el periodo 2023-2026, presentado por el MEF hace una semana, parece un compendio de buenos deseos basado en supuestos que, en cierta medida, están alejados de la realidad. Ya el lunes nos referimos a las proyecciones positivas de inversión pública para el próximo año, que son poco factibles considerando lo que ocurre cuando hay cambio de autoridades en gobiernos regionales y municipales. Pero el documento contiene otras proyecciones que generan dudas, ya sea porque no reflejan la prudencia fiscal que se ha seguido desde hace dos décadas o porque no están correctamente sustentadas.
Por ejemplo, el MMM plantea reimpulsar el gasto privado vía medidas como subsidios temporales a poblaciones vulnerables (para contrarrestar las presiones inflacionarias de alimentos y energía) y alivio tributario para fomentar la inversión privada. Ambas implican mayor gasto corriente, aparte de que no serían la solución más inteligente para impulsar el consumo ni generar confianza en los empresarios, sobre todo cuando en paralelo a los anuncios optimistas del titular del MEF, Kurt Burneo, su colega en el Ministerio de Trabajo, Alejandro Salas, empeora las expectativas económicas al asegurar que “defenderá” el decreto supremo de la tercerización –que en realidad, desvirtúa ese esquema de generación de empleos especializados–.
El MMM también contiene los consabidos cambios que se suelen anunciar cuando no hay muchas ideas frescas para superar problemas. En este caso, señala que para recuperar la confianza, habrá un nuevo Plan Nacional de Infraestructura para la Competitividad y, por supuesto, un nuevo Plan de Competitividad y Productividad. ¿No sería más efectivo y eficiente actualizar los que ya existen desde el 2019? ¿Y qué tal si en lugar de hacer documentos nuevos, se actualizan los que ya están vigentes? Por cierto, la última actualización ocurrió durante el Gobierno de Sagasti.
Un dato que suena inverosímil es que el MMM ofrece –también para recuperar la confianza– “acelerar el proceso de acceso a la OCDE”, cuando ese ingreso depende del diseño e implementación de reformas estructurales, en las que este Gobierno, con el apoyo del Congreso, ha estado retrocediendo. Pero lo más inquietante es la proyección de crecimiento del PBI para los próximos cuatro años: entre 3.5% y 3.2%, tasas bajas si el Perú busca sostener su posición como país de ingresos medios o, como el mismo Burneo señala, insuficientes para absorber a los 300,000 jóvenes que anualmente se incorporan al mercado laboral.