ECONOMÍA. El ministro Alfredo Thorne sabe que su mayor reto es lograr que la economía crezca a cifras superiores al 4% a pesar de que los recursos fiscales están a la baja y, por lo tanto, es complicado impulsar la economía desde el gasto público. Con esta meta en mente el Gobierno ha realizado una apuesta arriesgada centrándose en la recuperación de la inversión.

Para esto a su vez plantea una reactivación de la inversión privada a partir de dos impulsos: que las buenas expectativas empresariales crezcan y, sobre todo, se traduzcan en inversión, lo que en teoría debería pasar a inicios del próximo año, y el empuje que le pueda dar el destrabe de grandes obras de infraestructura pública.

Si eso funciona la recaudación empezará a crecer y la brecha fiscal se comenzará a cerrar, ayudada, además, por el efecto positivo en los ingresos tributarios que generará el proceso de formalización que se está lanzando. Este proceso de formalización está apoyado en una serie de medidas tributarias —que incluyen amnistía tributaria, repatriación de capitales y las menores devoluciones del IR (gracias a que las empresas han realizados aportes más cercanos a la realidad este año)—, así como en el cambio de visión de la Administración Tributaria, lo cual generaría una ampliación de la base.

El detalle es que no necesariamente las buenas expectativas empresariales se traducirán en un incremento de la inversión, pues hay estudios que indican que estas dependen más de lo que ocurra con los precios y la demanda internacional que, como sabemos, está deprimida. Asimismo, la labor del Ejecutivo en el destrabe de los proyectos ayuda, pero no es determinante en el caso de las inversiones privadas.

Adicionalmente, dos de las medidas por las que se apuesta para ampliar la recaudación son solo temporales (amnistía y repatriación), y si bien generarán un resultado positivo en el 2017 no tendrán efecto a futuro.

Le toca al ministro estar muy presto para ajustar y redefinir las medidas apenas sea necesario de acuerdo a los resultados que genere. La credibilidad del Gobierno está en juego y la apuesta debe ser por medidas que se sostengan en el tiempo.