Redacción Gestión

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INTEGRACIÓN. Dentro de exactamente dos semanas (el 20 de julio), entrará en vigencia el acuerdo marco de la Alianza del Pacífico. Esto significa que el flamante bloque comercial comenzará a funcionar apenas a cuatro años de haberse suscrito la Declaración de Lima, la cual trazó sus lineamientos generales. La rapidez con que esta iniciativa de integración se ha materializado habla bien de la seriedad y compromiso con que sus cuatro miembros –Chile, Colombia, México y Perú– asumieron la tarea.

Otro rasgo que permitió su pronta puesta en marcha es la similitud de los modelos económicos que aplican los socios: la importancia que otorgan a la iniciativa privada como motor del crecimiento y la liberalización de los mercados, incluyendo el externo, que es la pieza clave para el funcionamiento eficiente de los acuerdos comerciales.

Aunque la alianza tiene sus detractores, principalmente gobiernos latinoamericanos que no confían tanto en el aporte privado, debemos destacar que el número de países observadores –nada menos que 32, más otros diez que han solicitado ese estatus–, refleja que las perspectivas del bloque son alentadoras. Y si bien el Perú es la economía más pequeña de las cuatro, y la de menores PBI per cápita, flujo de inversión extranjera y directa, pertenecer a un bloque que nace con tal expectativa podría ser muy beneficioso.

Para empezar, nuestro país gozará de la liberalización del flujo de bienes, servicios, capitales y personas. De hecho, el 92% del comercio ya lo está y el resto se desgravará en un plazo de tres a 17 años. Además, se contempla la simplificación de procedimientos aduaneros y la inclusión de mecanismos de intercambio de bienes bastante favorables. El aprovechamiento de estas ventajas dependerá en gran medida de la difusión que les otorgue el Estado y de la capacidad de las empresas para adaptarse a este nuevo escenario.

Las cumbres presidencial y empresarial realizadas en Paracas la semana pasada resaltaron por lo sustancial de las ponencias y la poca figuración de los discursos protocolares, lo cual es un buen comienzo. Ahora toca monitorear que los mecanismos de profundización comercial funcionen y que los plazos para su aplicación se cumplan.