Redacción Gestión

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Retos del alcalde. "Lima está en una situación crítica", es el mantra de todo nuevo alcalde que asume las riendas de la capital. Si en esta ocasión ha dejado de lado sus aspiraciones presidenciales, es de esperar que Luis Castañeda –que repitió la frase tras juramentar– no se concentre en un puñado de proyectos con impacto mediático y más bien se autoimponga como prioridad empezar a solucionar los problemas que aquejan a la ciudad desde hace varias décadas: deficiente infraestructura de transporte, tráfico caótico y falta de espacios públicos para el esparcimiento y la cultura.

En sus ocho años al frente de la Municipalidad Metropolitana de Lima (MML), el manejo de Castañeda correspondió al del típico político "tradicional" –recordemos los retrasos y aumentos del costo del Metropolitano–, aunado a la falta de transparencia con que se administraron los recursos y a los indicios de corrupción que todavía no terminan de ser aclarados.

La ingenuidad e improvisación con que Susana Villarán gestionó la MML comenzará a pasarle factura muy pronto, pues Castañeda no perderá tiempo para responsabilizarla –justificadamente en algunos casos– por todo lo malo que hay y que habrá. De hecho, las críticas comenzaron semanas atrás, cortesía de la Comisión de Transferencia, que hasta introdujo un nuevo concepto de índole concursal: "quiebra institucional". Esta figura no existe legalmente, pues el paso inicial es la declaración de insolvencia. Quizás se referían a la falta de liquidez.

Pero el daño ya está hecho y la opinión pública terminará identificando a Villarán como la alcaldesa que provocó la quiebra de Lima, y a Castañeda como el alcalde que resolverá el embrollo. El revanchismo político, se sabe, rinde frutos cuando se magnifican las deficiencias de una administración, que además hace olvidar una anterior que fue peor. ¿Qué más se puede esperar de Castañeda? ¿Se traerá abajo la reforma del transporte o la cambiará hasta que no quede huella del proyecto original? No lo sabremos hasta que pase un buen tiempo, pero lo cierto es que seguirá con su política del silencio, que no necesariamente equivale a trabajar manteniendo un perfil bajo. Pero esta vez habrá más ojos escrutadores.

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