Redacción Gestión

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DUDA. Gobierno está intentando cerrar uno de los capítulos más duros en estos casi cuatro años de gestión y de esta manera tratar de amenguar la presión de la oposición. Ha recurrido a la reestructuración del Gabinete, sustituyendo a cuatro de los ministros más cuestionados, dejando fuera, con razón, incluso a Daniel Urresti, el de más alta popularidad.

Si bien los cambios se pueden interpretar como saludables, pues disminuirán la confrontación con los partidos opositores y los organismos sociales que se empeñan en impedir la ejecución de proyectos de inversión privada, creemos que aún son insuficientes, pues no se ha apuntado a solucionar el principal problema del Gobierno en su relación con la población.

Aunque queremos otorgarle al Poder Ejecutivo el beneficio de la duda, es importante anotar que no debemos engañarnos con la sustitución de cuatro ministros, una acción que puede devenir en momentánea y efectista, preparada para titulares de primera plana y para lograr, como ya lo consiguió, que la oposición desista en su propósito de interpelar y censurar al Gabinete.

La tranquilidad alcanzada corre el riesgo de ser efímera, porque el equipo que asesora al presidente de la República carece de voceros proactivos, que sepan aunar a sus perfiles técnicos un discurso y una actitud más política, y que puedan adelantarse a los acontecimientos que alteran la paz social en el país y enfrían la voluntad de quienes miran al Perú como una alternativa de inversión.

Es necesario que el régimen cuente con portavoces eficaces, sobre todo porque se avecina una coyuntura en la que se intensificará el debate político, dada la cercanía del proceso electoral en el que se tendrá que elegir a un nuevo presidente de la República y a nuevos integrantes del Congreso.

Por ello, en este momento de bajo crecimiento económico es urgente conducirnos con serenidad y calma, lo que será consecuencia de una adecuada, transparente y oportuna gestión. Eso obligará a que se destierren posiciones como las esgrimidas por el mandatario, que intenta responsabilizar a la prensa de los problemas que afronta el país.

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