Economista, PAD, Escuela de Posgrado de la U. de Piura
Hay un hecho que tipificará el comportamiento de nuestra economía en el 2023: el PBI continuará mostrando señales de desaceleración. Lamentablemente, hoy en día no solo hemos dejado de ser una de las economías líderes del crecimiento en la región, sino que, peor aún, no se aprecian signos que nos permitan avizorar un cambio para bien. Desarrollemos una breve explicación al respecto.
Según el consenso de entidades internacionales que realizan proyecciones sobre el desempeño de la economía peruana, este bienio 2022-23 únicamente creceremos alrededor de 2.5%. Lamentablemente, este posible resultado es difícil de objetar en la medida que los motores de nuestra economía continuarían mostrando una preocupante evolución. ¿Qué nos indica el posible desempeño de los tres impulsores básicos de cualquier economía para el caso peruano: la inversión, el consumo y nuestras exportaciones netas?
A nivel de la inversión tenemos que su componente privado solo crecería 1% promedio anual hasta el 2023. Esa es la cifra del BCR. La desconfianza alimentada por el actual Gobierno es, sin duda, la responsable. La sistemática satanización al empresariado, el doble discurso frente al segmento laboral, las señales de corrupción, la exaltación del divisionismo y pugna entre peruanos, explican ello. Es tal su impacto que, pese a haber experimentado precios de los minerales récords, la inversión minera no reaccionó positivamente.
De otro lado, el componente público de la inversión también mostrará un crecimiento endémico de algo más de 1% para el bienio y a ese ritmo no podrá compensar, ni siquiera parcialmente, el impacto de la inversión privada que se dejará de ejecutar. Este comportamiento no solo responde a la estacionalidad de un proceso electoral y la renovación de autoridades en los gobiernos subnacionales, sino que fundamentalmente responde a las limitaciones propias de un proceso de descentralización que privilegia la ineficiencia y corrupción. Dinero hay, pero cuando se asigna no llega a ejecutarse plenamente; lo poco que se ejecuta, se hace ineficientemente y plagado de malos manejos.
Por el lado del consumo, en su segmento privado se espera que crezca solo 3.5% para el bienio 2022-23, siendo el crecimiento esperado para el segmento público del consumo de menos de 2%. Estas pobres tasas únicamente se observan en los tramos depresivos de nuestro ciclo económico. En un contexto donde la inflación a dos dígitos que muestra el componente alimentos podría continuar y donde el costo del crédito de consumo viene observando un preocupante empinamiento, el espacio para el crecimiento del consumo privado es mínimo. En el caso del consumo público no existe mucho margen para ampliarlo dados los impactos no deseados sobre nuestro frente fiscal.
De otro lado, si exploramos el lado de nuestra exportaciones, las noticias tampoco son buenas. El mundo continuará desacelerándose mostrando crecimientos incipientes de menos del 1% para Estados Unidos y Europa, mostrando un crecimiento cercano a la mitad de lo que China experimentaba durante la última década. En ese contexto pensar que la demanda externa y los precios de nuestros commodities ayudarán, es por decir lo menos, iluso. Ya el BCR ha rebajado su proyección de los saldos superavitarios de la balanza comercial para el bienio en cuestión y podrían retraerse en más de US 2,000 millones el próximo año. Esto no es cuestión de Estado en el muy corto plazo, pero preocupa su tendencia en un contexto donde las RIN este año caerían en no menos del US$ 3,000 millones.
La verdad, en el escenario reseñado y sin introducir el impacto de posibles desbalances adicionales en el marco internacional y con una crisis política interna que no da señales de arreglo, la suerte estaría echada. El próximo año, en las actuales condiciones, podríamos crecer en un rango de entre 1.5% y 2.5%. Los motores del crecimiento no andan bien.
Claro está, el causal de esta ralentización no es exclusivamente de origen externo. No es de origen externo la magnitud de la desaceleración de la inversión privada en Perú, como tampoco es de origen externo la imposibilidad de encontrar una adecuada efectividad contracíclica de la inversión pública, como tampoco es de origen externo haber satanizado el accionar de nuestro frente minero. Todo esto juega en contra y la actual administración gubernamental tiene responsabilidad en ello.
Sin los graves errores en materia de gestión gubernamental otro hubiera sido el desempeño de nuestro PBI. No es iluso pensar que pudimos crecer más del 6% este 2022, cualquier escéptico debe saber que nuestro vecino Colombia crecerá en alrededor del 7.7% de acuerdo a estimado del J.P. Morgan. Lo lamentable es que por dos décadas crecimos por encima de dicha economía y eso ahora ya no es cierto. Es malo desacelerar en nuestro crecimiento, pero peor es no disponer de una luz que nos indique que las cosas van a cambiar. Ojalá nos equivoquemos con los estimados mostrados.