Consultora senior de Psicología Ocupacional de Marsh Perú
Aumento de casos de ansiedad, estrés, problemas de sueño y alimentación, así como cansancio e irritabilidad, son algunas de las consecuencias generadas por el impacto que ha generado la pandemia de la COVID-19 a la salud mental de los peruanos, sobre todo de la población económicamente activa.
Solo en Lima Metropolitana, como consecuencia de la segunda ola de la pandemia, aproximadamente 762, 000 personas habrían perdido su empleo, esta es una cifra mayor a la registrada entre el cierre del 2020 e inicios de este año 2021 donde se registró una caída de 598,000 personas sin empleo en la capital, según informó el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).
En el marco del Día Mundial de la Salud Mental, esta situación de desempleo, sumada a la preocupación por los propios riesgos generados por la COVID-19 y el temor de perder a algún familiar a causa del virus genera implicancias en la salud mental de los trabajadores peruanos. Según un estudio de diagnóstico reciente de Marsh Perú, el 50% de los empleados presenta o habría presentado sintomatología relacionada a impacto en su salud mental general como indicadores de ansiedad, estrés, depresión o fatiga.
El mismo diagnóstico, en el que participaron más de 3,000 trabajadores, dejó como resultados que el 53% de ellos habría presentado alteraciones en su calidad de sueño ya sea por situaciones de insomnio, dificultad leve para dormir e incluso desear dormir durante el día frecuentemente. Además, se tuvo como resultado que el 34% registró cansancio y agotamiento; y que el 33% tuvo problemas en su apetito durante el contexto de la pandemia, como el aumento o reducción de la ingesta de alimentos durante los meses de confinamiento estricto.
Esta información evidencia la necesidad de contar con herramientas de apoyo evaluativo que coadyuven a una detección temprana de problemas de salud mental, por ende, se sugiere que, desde las organizaciones, se tome acción en la medición de indicadores vinculados a una afectación en salud mental, como un accionar preventivo, y de acción proactiva para la gestión en salud mental.
Pero ¿cómo han reaccionado las empresas y organizaciones frente al golpe a la salud mental que trajo consigo el COVID-19? La mayoría de las organizaciones no cuenta con un plan de salud mental, solo el 36% han implementado o estructurado estrategias concretas que ayuden a promover el bienestar de la población organizacional. Entre otras medidas enfocadas a mantener la estabilidad emocional durante la pandemia, sólo el 34% de las empresas encuestadas manifestó implementar medidas orientadas a conciliar y a armonizar las responsabilidades y el trabajo, siendo este uno de los factores a tomar en cuenta para el equilibrio entre la vida laboral y familiar.
También es necesario considerar el diseño e implementación de estrategias en salud mental, que tomen como base medidas enfocadas a generar estabilidad emocional frente a la COVID-19, pues se ubica como el recurso que mayor relación mantiene frente a la aparición de síntomas de afectación en salud mental.
Es importante que, además de lo mencionado, incorporar el seguimiento o intervención emocional a casos identificados en el mapeo de riesgos con mayor afectación o vulnerabilidad y sensibilizar a los trabajadores para buscar y recibir soporte emocional, ayudándolos a identificar cuándo es necesario. De igual manera, aún existe el reto de romper el estigma de la salud mental, por lo que las organizaciones deben ser un aliado en el impulso de la importancia de esta problemática que no está exento en nuestro país.