Escriben: Gustavo Yamada y Pablo Lavado, profesores e investigadores de la Universidad del Pacífico.
En mayo se suelen realizar balances de la situación laboral en el país y el mundo, motivados por la tradicional conmemoración del Día del Trabajo el primero del mes. Este artículo se inscribe en dicha tradición reflexiva. Antes nos gustaría destacar otra creciente y saludable costumbre en las estadísticas peruanas: desde hace varios años atrás, mayo es también el mes en el que el INEI presenta al país las mediciones oficiales de pobreza del año anterior.
La comunidad de académicos, sociedad civil, instituciones de desarrollo y funcionarios de gobierno a cargo de las políticas sociales esperan con cierta expectativa cada año estas estimaciones, pues son los indicadores macroeconómicos finales de resultado e impacto del conjunto de políticas públicas y programas económicos, sectoriales y sociales que diseñamos, implementamos y analizamos permanentemente.
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Al respecto, no se trata de ser “aguafiestas” ni pesimistas crónicos para predecir con elevada probabilidad que la pobreza en el Perú se ha incrementado durante el 2023. Como decíamos en un artículo anterior en este mismo medio (edición de julio 2023), históricamente la incidencia de la pobreza en el Perú se reduce cuando la economía registra varios años de crecimiento por encima del 4%-5% anual. ¡Nada más lejano de la realidad actual del país!
El año pasado hemos sufrido una recesión que, con excepción de la pandemia, habíamos dejado de experimentar en los últimos veinticinco años. El PBI global cayó 0.6% por lo que el PBI per cápita se contrajo en más de 1%. La pobreza, que había aumentado de 25.9% a 27.5% en el 2022 (a pesar de que la economía había crecido 2.9%) tranquilamente puede haberse incrementado varios puntos porcentuales hasta representar nuevamente alrededor de 30% de la población (la cifra récord que tuvimos en el año más crítico de pandemia y confinamiento) lo que significa un retroceso de 13 años en la lucha contra dicho flagelo.
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En cuanto al mercado laboral propiamente dicho, podemos actualizar las cifras comentadas hace unos meses atrás en El Comercio (2/11/23) con los resultados finales del 2023. Recordemos que, gracias al extenso ciclo de expansión económica registrada por el Perú entre el 2004 y 2019, la tasa de empleo adecuado en Lima Metropolitana se incrementó de 35.5% a 60.8%. Con la pandemia, dicha tasa retrocedió prácticamente todo lo avanzado en los quince años previos situándose en sólo 37.5% durante el tercer trimestre del 2020. La progresiva normalización de actividades económicas en el 2021 y 2022 provocaron una lenta recuperación alcanzándose un 54.8% de empleo adecuado en el cuarto trimestre del 2022, todavía 6 puntos porcentuales por debajo de los registros pre pandemia.
Es en este contexto que debemos evaluar la coyuntura laboral reciente. Debido a la recesión económica que estamos experimentando, el empleo adecuado en la capital no se ha movido en el último año (la cifra exacta para el cuarto trimestre del 2023 es de 54.7 %). Por su parte, la novedosa Encuesta Permanente de Empleo Nacional del INEI tiene un resultado algo más alentador. A nivel agregado del país durante el 2023 el empleo adecuado creció ligeramente de 48.3% a 49.0%, aunque la mayoría de la fuerza laboral se encontró en condiciones de subempleo y desempleo abierto. Por último, las estadísticas de “Puestos de trabajo formales” que reportan la SUNAT y el BCR muestran un notorio estancamiento: en diciembre del 2023 la economía peruana contó con 5.9 millones de puestos de trabajo formales, los que están creciendo a un ritmo de 0.7% anual y superan en sólo 7.4% el total comparable de hace cuatro años antes de la pandemia.
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El pronóstico de corto y mediano plazo sigue siendo necesariamente malo si es que nos conformamos con volver a crecer económicamente en el rango de 2.4% (consenso actual de proyecciones independientes) a 3% anual (pronósticos oficiales). Resulta urgente retomar el crecimiento económico a tasas de 5% a 6% que tuvimos hace una década. Esto sólo puede ocurrir si es que la inversión, sobre todo privada que es cuatro veces más grande que la pública, reaparece con fuerza en todos los tamaños de empresas del país. Reiteramos que todos los niveles y sectores de gobierno deben tener una agenda única y consistente con este objetivo primordial, a fin de devolver la confianza, el optimismo y la esperanza que todos los trabajadores peruanos merecen.
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