Director periodístico
Quizás la tarea más difícil del Perú ante las agencias calificadoras de riesgo sea mantener su escalón. Perder el grado de inversión es lejano: sería alarmista advertirlo, aunque el Gobierno traza el camino de a pocos y ya no es imposible ese final con el deterioro institucional al que somete al país. Si se dan nuevas rebajas de calificación crediticia este año –luego de las que ocurrieron entre setiembre y marzo, de la mano de las tres grandes: Moody’s, Fitch y S&P–, el ritmo sería premonitorio. Y la semana que pasó, lamentablemente, Fitch nos lanzó una primera advertencia.
Fitch nos mantiene dos escalones por encima del grado de inversión, pero cambió su perspectiva, de estable a negativa, el primer paso hacia una rebaja. Prevé “que el debilitamiento de las instituciones de gobierno político sea difícil de revertir hasta fines de 2024″. La crisis política permanente –que va de la alta rotación de ministros de poca monta hasta los casos de corrupción– respalda la visión del extitular del MEF, Alfredo Thorne, de que, dentro de seis meses, cuando revisen nuestra calificación crediticia, “la probabilidad de que la bajen es bastante alta”.
“Muy probable que Moody’s y S&P hagan lo mismo pronto”, tuiteó Juan José Marthans, director de Economía del PAD, tras el anuncio de Fitch. Y es que así funciona el ciclo, que vivimos hace poco. En setiembre, Moody’s arrancó con una rebaja, y habló de cómo la polarización y las fracturas políticas “han afectado continuamente la confianza de los inversores y socavado la resistencia económica del Perú”. En octubre, Fitch replicó la decisión y apuntó: “Las perspectivas económicas y de inversión a mediano plazo se han debilitado”. Finalmente, en marzo, S&P hizo lo propio, y puso sobre la mesa el estancamiento político persistente y la existencia de una deuda país más vulnerable.
Es simple: menos inversión es menos crecimiento, y menos recaudación para que el país honre sus deudas. Y un país así se hace más riesgoso, por lo que debe pagar más intereses al financiarse. Frente a un contexto internacional que se torna adverso, el deterioro fiscal es previsible. Y ya ni de palabra el Gobierno alienta la recuperación de la senda fiscal: al menos Pedro Francke la proclamaba para calmar a las agencias, aunque desde fuera de la realidad. Hoy Kurt Burneo solo responde con la esperanza –para nada probada– de que sus medidas en curso “están siendo efectivas”.
La victimización del presidente solo suma a la espiral, pues, al margen de lo que al final diga la OEA, comprueba que el Perú vive en un marasmo político. El Gobierno gana tiempo en su carrera contra la vacancia, como señaló el viernes en estas páginas Enrique Castillo. Mantenernos en el escalón de nuestra calificación crediticia es la esperanza que nos queda si queremos que el impacto económico negativo sea lo más acotado posible, al menos mientras el Gobierno –que no tiene voluntad de cambio– resista.