CEO Adjunto de Credicorp
No todos ahorramos de la misma manera. Están los que usan juntas o panderos y los que optan por ahorrar a través de la compra de materiales de construcción o un inmueble. Los que todavía acuden al colchón y los que buscan un producto financiero. Para gustos y colores...hay variedad de “ahorradores”. Pero lo importante es justamente eso, que muchos ahorramos y que el ahorro es bueno para las sociedades y las economías.
Según la Encuesta Global Findex del 2017, el 40% de los peruanos ahorra en dinero, una cifra menor al promedio mundial de 48%. Además, según la Encuesta Nacional de Demanda de Servicios Financieros y Nivel de Cultura Financiera, los fines para los que ahorramos los peruanos son principalmente precautorios: afrontar gastos imprevistos, atender emergencias o contar con recursos para nuestra vejez.
Estos indicadores tienen un claro correlato con lo que encontramos en el Índice de Inclusión Financiera (IIF), un estudio que encargamos recientemente desde Credicorp a Ipsos para tener una mejor visibilidad sobre la situación de la inclusión financiera en Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Panamá, Perú y México, teniendo en cuenta no solo la accesibilidad a productos financieros, sino también su uso y la calidad percibida de los mismos por parte de la ciudadanía. Allí encontramos que un 52% de los peruanos dice no contar con ningún producto financiero para el ahorro.
Este resultado, como otros del IIF, muestra que el Perú aún está rezagado frente al resto de la región, pero esta realidad puede ser vista como una oportunidad: la brecha pendiente de cerrar en cuanto a cultura del ahorro es grande, pero las capacidades del sector financiero están a la altura del desafío.
Para ello, nos corresponde profundizar el trabajo en dos frentes. El primero es la innovación centrada en las necesidades de los usuarios. Allí tenemos avances muy importantes en el desarrollo y adopción de billeteras digitales, donde la facilidad de uso es un factor muy potente para captar nuevos usuarios que, si bien llegan al producto con un fin transaccional, luego pueden adoptar un hábito de ahorro. Asimismo, el lanzamiento de nuevos servicios y productos de ahorro-inversión que ponen la conveniencia de los usuarios en el centro también va a dinamizar la cultura del ahorro, ya sea porque aprovechamos la transformación digital para simplificar la elección de objetivos e instrumentos o porque aprovechamos la capacidad que tienen las empresas financieras para articular alianzas con compañías de otros sectores, como el retail o los servicios públicos, que están presentes en la vida cotidiana de las personas.
El segundo frente es la educación financiera, que vemos como una necesidad impostergable. Como nos muestran las cifras de la Encuesta Global Findex, aquí nos toca a las empresas, a los gremios, a las entidades educativas y al sector público trabajar en conjunto para incluir en los contenidos educativos la importancia del ahorro en sí, para llevar la proporción de peruanos “ahorradores” a niveles cercanos -y, por qué no, superiores- al promedio mundial. En paralelo, también debemos incidir en los beneficios que tiene el ahorro dentro del sistema financiero frente a otras opciones en términos de rentabilidad, seguridad, formalidad, conveniencia y mayor accesibilidad a otros productos financieros.
Otro de los hallazgos del IIF es que la inclusión financiera no es un tema que se evalúe en blancos y negros, sino que tiene muchos tonos de grises. Así, podemos tener usuarios que están nominalmente incluidos en el sistema porque tienen una cuenta o una tarjeta, pero que no se animan a dar el paso de usarla con mecanismo de ahorro. Con innovación y educación podemos seguir cerrando esta brecha, para avanzar hacia una inclusión financiera más plena, con el ahorro como bandera.