(Foto: EFE).
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Abel Salinas Rivas

Ex Ministro de Salud

El mundo civilizado vive con altísima preocupación la invasión de variantes pandémicas que van copando el alfabeto griego ante la inminente tercera ola causada por la variante delta. En Israel (más del 70% de población vacunada), así como en Estados Unidos y Europa, afecta incluso a personas con esquemas completos. En el , considerando apenas el 25% de la población vacunada así como la contagiosidad y agresividad de las variantes el impacto podría ser muy grave. Más allá de los “vacunatones y bailetones”, retraso en el ingreso y disponibilidad de vacunas y los entredichos entre el ex ministro de salud saliente y el actual, la realidad es crítica.

Pareciera que nuestra clase política -incluyendo a los recién elegidos- viven en un mundo paralelo; este dramático hecho que atenta contra la salud y la vida de los peruanos sólo conmocionó a la ciudadanía. Algunos medios de comunicación en sendos titulares dieron cuenta del enfrentamiento entre la máxima autoridad sanitaria entrante y saliente, a pesar de sus similares ideologías, ambos intentando salvar sus responsabilidades.

Para todos los peruanos, queda claro que el gobierno de transición, tenía la responsabilidad de luchar frontalmente contra la pandemia así como asegurar elecciones limpias y transparentes. Respecto a lo primero fuimos el país con las primeras cifras de contagios y muertes por 100,000 habitantes, no sólo del continente americano sino del mundo así como el país más rezagado en la cobertura de vacunas covid (16% al 27 de Julio), sólo por delante de Bolivia y Haití. En la segunda responsabilidad, más allá de reconocer al Presidente actual, nos ha dejado un país dividido y polarizado dando lugar al enfrentamiento entre los propios peruanos.

En este contexto, el gobierno actual debuta con impresionante inestabilidad y desconfianza no sólo por el “desencanto” creciente del propio Presidente reflejado en la rápida caída en las encuestas disponibles, sino en su propio gabinete cuyos múltiples cuestionamientos (79% lo desaprueban IEP), paralizan la propia gestión sectorial. Es el caso de la Cancillería y su corta estancia, donde a decir del ex ministro de salud “se descuidó y paralizó” la gestión de adquisición de vacunas hacia el Perú.

Más allá de los descargos del actual ministro de salud, es cierto que la bajísima cobertura de vacunados con dos dosis nos enfrenta a retos grandes que deben ser asumidos con celeridad evitando reeditar los errores de planeamiento previos. Es urgente asegurar la disponibilidad suficiente de vacunas para iniciar un plan de vacunación masivo para todos los ciudadanos, sin distingos por edades, con un real incremento de puntos de vacunación (colegios, parques, farmacias, clínicas, etc.), en horarios extendidos (06am hasta la medianoche), facilitando el acceso cercano a los domicilios, centro de trabajos, al final de jornadas laborales, etc). Paralelamente, continuar con la vacunación activa de los vulnerables (acudiendo a sus domicilios y centros de trabajo). El objetivo es alcanzar el 80% de nuestra población vacunada con dos dosis en tiempos mucho más breves a los planteados.

No es oportuno distraernos ni incurrir en gastos de recursos varios en implementar una “tarjeta verde” para luego intentar controlar el acceso a lugares públicos, cuando tenemos tanta población por vacunar en un país inminentemente proclive a las vacunas. Los grupos antivacunas en nuestro país tienen impacto muy marginal. Es mucho más urgente diseñar el plan de una eventual tercera dosis a algunos grupos humanos, como ya lo vienen realizando otros países.

No obstante, la urgente necesidad de controlar la pandemia y atención sanitaria postergada así como la real reactivación económica que nos permita a todos los peruanos revertir la peor crisis sanitaria, económica y social que nos dejaran los gobiernos del Sr. Vizcarra (vacado por incapacidad moral) y del Sr Sagasti; el actual gobierno y los peruanos incluyendo nuestros políticos están enfrascados en una lucha sin cuartel por la gobernalidad.

La permanencia del gabinete es el tema de actualidad y entonces incide sobre las necesidades del propio ciudadano quien más allá de recibir un bono -cualquiera fuera su denominación- desea salud, trabajo y vida digna. Será entonces vital que todos quienes ejercen poder político en el ejecutivo y legislativo, actúen con desprendimiento y generosidad para con el propio pueblo peruano. Si la permanencia de algunos ministros y/o funcionarios resulta inconveniente para la gobernabilidad y credibilidad no deben dudar en dar un paso al costado sin mediar la antipatriota argumentación que “sus cargos están a disponibilidad” del Presidente y permitirle al Presidente Castillo recomponer dicho poder en la lógica que la urgente atención sanitaria y económica requieren.

El Congreso de la República en su conjunto, con serenidad explícita, debe tener la sabiduría para interpretar las necesidades del pueblo que representa. Del mismo modo, quienes no gozan del voto popular (no elegidos) y que no sobran, deberían ensayar histórica serenidad. Si no logramos esta paz social y gobernabilidad será casi imposible avanzar en las gestiones sectoriales y asumir con verdadero patriotismo el inicio del bicentenario de nuestra república.

Nuestro país se lo merece y en ese camino, todos tenemos la obligación de sumarnos para una verdadera gobernabilidad; dejemos para más tarde los discursos y las frases ideologizadas; hagamos una tregua política-social por el Perú.