Economista
Nada que esperar del Gobierno en materia de salud. El reciente discurso presidencial de 28 de julio ha sido ampliamente comentado y el consenso es que ha sido insuficiente, carente de contenido real y sin rumbo claro. La constatación de que todo esto es cierto en lo referente al sector salud es particularmente penosa, ya que la gravedad de la pandemia y sus efectos devastadores hacían esperar que la salud ocupara un lugar preponderante entre las prioridades nacionales. Aún quedaba una pizca de expectativa que, luego de un año de gobierno, algo se había aprendido de este terrible episodio y que, cualquiera fuera el enfoque, el Poder Ejecutivo pudiera hilvanar algunas propuestas, aunque mínimas, para responder a las crecientes necesidades de salud. Luego del discurso queda claro que ello no ocurrirá.
De sombríos diagnósticos a futuros utópicos. Durante estos últimos meses he asistido a múltiples eventos de discusión sobre el sector salud. También he podido leer varias publicaciones sobre el tema desarrolladas por diversos grupos, principalmente cercanos a la academia y desde la sociedad civil. Mi impresión es que hay un alto grado de coincidencia en los diagnósticos del sector, centrados mayoritariamente en las deficiencias y brechas existentes. Asimismo, existe cierto consenso en torno a lo que se propone como soluciones y medidas de mejora. Eventualmente, en estas discusiones surgen las preguntas ¿quiénes impulsarán los cambios propuestos?, ¿cómo lucirá el camino entre ambos escenarios, el actual y el deseado? Para estas preguntas sobre pasos concretos nos faltan respuestas.
Tres tesis para salir del entrampe. Partiendo de la premisa que la situación actual de ausencia de conducción gubernamental y el agudo debilitamiento institucional del sector acabarán en algún momento, mi primera tesis es que se debe aprovechar el momento actual para estar más preparados y cohesionados. Lo peor que nos puede pasar es que cuando se abra la ventana de oportunidad, esta se desperdicie en discusiones bizantinas. La segunda tesis es que debemos enfocarnos más en identificar las fortalezas y fuerzas habilitadoras de cambios en el sistema y dejar de flagelarnos con las debilidades que ya bien conocemos. Esto me lleva a la tercera tesis que apunta a articular a los diversos grupos entre los cuales se detectan más consensos que disensos y que, sin embargo, aparecen con iniciativas desvinculadas entre sí.
Articular redes y fortalecer relaciones para construir el camino. Una clara fortaleza es precisamente la existencia de estos múltiples grupos de reflexión. En la actual crisis de incertidumbre, el esfuerzo debe orientarse al encuentro entre los propulsores de estas iniciativas y el establecimiento de los consensos mínimos sobre los que puedan trabajar en conjunto. Pensemos en redes como formas de organización de este esfuerzo, donde cada “nodo”, manteniendo su identidad, sea capaz de vincularse colaborativamente con otros. Es bueno recordar que el camino hacia los objetivos de largo plazo siempre comienza con acciones en el corto plazo que apunten en la dirección deseada. Por ello, la tarea actual es que estos actores se vinculen entre sí, para que propongan estas acciones concretas, viables y efectivas, construyendo sobre nuestras fortalezas.