Ante el aumento de los precios de los medicamentos, Estados Unidos se está enfrentando con las empresas farmacéuticas, en un intento desesperado por detener la hemorragia de hasta miles de dólares al mes en ingresos familiares para medicamentos recetados. Solo en el último año, distintos estados aprobaron 37 leyes sobre medicamentos, conscientes de que las tendencias actuales son insostenibles.
Pero la dentellada provocada por el aumento de precios no solo se siente en Estados Unidos. América Latina y el Caribe también está atrapada en la espiral ascendente, donde la escalada de los costos de los medicamentos agota los recursos disponibles para ampliar el acceso a servicios médicos y mejorar la calidad de la atención sanitaria. En efecto, el gasto en medicamentos ha aumentado aproximadamente un 12% al año en la región de 2013 a 2017, es decir, cuatro veces más rápido que en América del Norte y seis veces más rápido que en Europa.
La falta de coordinación perjudica América Latina y el Caribe
Tal como lo indicamos en una publicación anticipada del próximo informe insignia del BID, Mejor gasto para mejores vidas, la debilidad institucional y los marcos normativos cargan con gran parte de la responsabilidad. Muchos países de Europa tienen un organismo centralizado, como el Instituto Nacional para la Excelencia Clínica en el Reino Unido, que realiza evaluaciones tecnológicas para determinar cuáles medicamentos son más costo-efectivos y cuáles deberían ser reembolsados con el dinero de los contribuyentes.
Por el contrario, en América Latina y el Caribe, este proceso está fragmentado. La coordinación en la toma de decisiones entre múltiples actores en diversas áreas es limitada, por lo que hay poca claridad para los médicos, farmacéuticos y pacientes en materia de seguridad y costo-efectividad de los medicamentos y sobre las guías de práctica clínicas para su uso apropiado.
Consideren, por ejemplo, el uso generalizado del ertapenem, un antibiótico utilizado para tratar infecciones bacterianas en hospitales. El ertapenem no figura en la lista de medicamentos esenciales de la Organización Mundial de la Salud y no se recomienda como tratamiento de primera línea. Existen medicamentos mucho más baratos con efectos clínicos similares. Pero debido a que en ciertos países no se han realizado evaluaciones tecnológicas ni guías de práctica clínicas para el medicamento, el dinero se malgasta.
Colombia, un país que no ha llevado a cabo estas evaluaciones o guías, gasta 16 veces más per cápita en el medicamento que Costa Rica y 12 veces más que Perú, países que, por el contrario, sí han llevado a cabo al menos algún tipo de evaluación y utilizan mucho menos el medicamento. Otro claro ejemplo incluye el uso de la insulina glargina, una insulina análoga que se emplea para tratar la diabetes. El uso generalizado de la insulina glargina continúa, a pesar del hecho de que puede resultar hasta un 120% más cara que la insulina humana, que proporciona beneficios similares.
Los medicamentos genéricos podrían reducir los precios
El desaprovechamiento de los medicamentos genéricos es otro problema importante. Los medicamentos genéricos tienen el mismo efecto que los productos de marca, y suelen costar mucho menos. Pero los países de América Latina y el Caribe, a diferencia de los países europeos, utilizan pocos incentivos normativos y financieros para estimular su uso. Analizamos una muestra de ocho países: Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, México y Perú.
Entre ellos, Colombia aplica tarifas más bajas; México ofrece exenciones fiscales y El Salvador brinda apoya financiero para mejoras tecnológicas en las pequeñas y medianas empresas farmacéuticas que los producen. Pero en nuestra muestra estos países son excepciones. En algunos países europeos, los farmacéuticos tienen la obligación de informar a sus pacientes de que existe una alternativa más barata de un medicamento, y pueden recibir una bonificación por la venta del genérico frente al medicamento de marca. Sin embargo, ninguno de los países de nuestra muestra recurre a estas prácticas, y, en el proceso, todos terminan perdiendo los enormes ahorros que los genéricos pueden ofrecer.
La gran ventaja de la negociación y compra centralizada de medicamentos
Hay que reconocer que varios países han descubierto que la negociación y compra centralizada de medicamentos puede dar a los gobiernos un mayor poder de negociación frente a las empresas farmacéuticas, a la vez que eliminan las ineficiencias en las compras a baja escala que surgen cuando cada organización de salud adquiere sus propios suministros. Algunos países negociaron en conjunto la compra de medicamentos de alto costo para el tratamiento del cáncer, a través de Mercosur o Unasur. Otros comparan los precios de los medicamentos en otros países y utilizan esa referencia para establecer sus propios precios.
No obstante, el panorama general es el de una región que, por un lado, podría aportar mejoras significativas hacia los incentivos financieros y normativos para usar medicamentos más costo-efectivos y, por el otro, tratar de lograr que la prescripción y uso de medicamentos sea más racional. En los sistemas de salud plagados de costos excesivos que afectan la salud general de la población, cerca de la mitad de las principales fuentes de ineficiencia están relacionadas con los medicamentos, y eso no debería ser así.
Por Diana Pinto y Gianluca Cafagna
Fuente: Blog del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)