(Foto: Agencias)
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Por Agustín García, Economista Principal en la Unidad de Escenarios Económicos Globales de

Los resultados de las elecciones europeas fueron menos negativos de lo que se temía para los partidos proeuropeos, pero todavía es pronto para determinar los cambios que pueden originar en términos de política económica. De momento, están propiciando la intensificación de los problemas políticos en algunos países.

Las elecciones arrojaron un Parlamento Europeo más fragmentado, en línea con las tendencias que se venían observando por países, pero con un avance menor del anticipado de los movimientos más euroescépticos, que además siguen bastante divididos como para suponer un cambio importante en el terreno de la política económica.

Los partidos proeuropeos siguen siendo mayoría, con un menor peso de los partidos tradicionales del centro político (PPE y socialdemócratas, que conjuntamente han dejado de formar mayoría) en favor de los liberales y los verdes. No obstante, la fragmentación, con posturas más dispares tanto en términos de política económica como social o medioambiental, puede dificultar la elección de los principales cargos de las instituciones europeas y podría retrasar la agenda de las reformas necesarias para ahondar en la integración en la región, tales como la finalización de la unión bancaria y del mercado de capitales, o avanzar hacia una política fiscal común.

A nivel europeo y a corto plazo, aumenta la preocupación de que este nuevo escenario pueda socavar los consensos alcanzados hasta ahora en Europa en temas tan determinantes como el brexit o las disputas comerciales con Estados Unidos, mientras que tampoco es menor el posible giro que pueda dar el nuevo presidente del Banco Central Europeo tras el papel tan relevante de la política monetaria durante la crisis.

La prolongación de la incertidumbre sobre la salida de Reino Unido o la materialización del aumento de los aranceles americanos al sector automoción podría descarrilar el crecimiento en la eurozona, tras la desaceleración observada desde el segundo semestre del pasado año debido al mal desempeño precisamente del comercio global y del sector industrial.

Esto, unido al menor margen de maniobra y a la falta de coordinación de la política monetaria y las políticas fiscales nacionales, sigue siendo un riesgo para el crecimiento europeo, que podría estar alrededor del 1% en 2019 y del 1.3% en 2020 en un contexto de moderación de la demanda global y mucha mayor incertidumbre.

A nivel nacional, los resultados de las elecciones están acentuando los problemas políticos en algunos países. En Alemania, los malos resultados del partido socialdemócrata podrían poner en peligro la sostenibilidad del gobierno de coalición, lo que puede ser un inconveniente importante cuando haya que coordinar a nivel europeo muchas decisiones relevantes en la segunda mitad del año (nombramientos clave, política frente al brexit, reacción a eventuales aranceles).

En Italia, el fuerte apoyo conseguido por la Liga y la caída del Movimiento Cinco Estrellas ha agudizado las diferencias entre ambos partidos, que gobiernan en coalición, y no puede descartarse un adelanto electoral. Este clima de inestabilidad política, junto con la postura más radical de la Liga contra el cumplimiento de las reglas fiscales europeas, que no ha decaído tras el final de la campaña electoral, ha llevado a la prima de riesgo italiana hasta niveles alrededor de los 280 puntos básicos. En este contexto, se reabre el enfrentamiento con la Comisión Europea que ha dado el primer paso para incluir a Italia en el proceso correctivo tras constatar que no cumplió con el criterio de la deuda pública en 2018 (132% del
PIB) y tampoco lo hará en 2019 y 2020 si no se adoptan fuertes medidas de ahorro (como aumentar los tipos del IVA).

Más allá de la discusión de la situación cíclica de la economía y la necesidad de estímulos fiscales, así como de la posible multa a Italia, lo más preocupante sigue siendo el bajo crecimiento potencial, junto con el aumento de la carga financiera. Pero también está en juego la capacidad de las reglas fiscales europeas para reducir los riesgos de los países, lo que de momento parece seguir siendo condición necesaria para empezar a ponerse de acuerdo sobre los mecanismos estabilizadores comunes en la zona euro.

En definitiva, como viene siendo habitual en los últimos años, los principales riesgos del panorama económico seguirán siendo predominantemente políticos.