Finalmente fue Vladimir Cerrón y no la Cancillería quien, anunció la suspensión de la reunión del “Runasur” en Cusco. De esa forma fue el jefe del partido de gobierno quien confirmó que, en esta cuestión de características transnacionales que cuestiona el carácter del Estado y su política exterior, es él quien manda.
En efecto, poco antes la cancillería se lavó las manos al respecto al minimizar, mediante afirmaciones infundadas, un atípico comunicado de ex-cancilleres y vice -cancilleres de profesión diplomática. Éste, sin mencionar la alerta previa generada por la opinión pública, llamaba la atención sobre la amenaza a la “soberanía, independencia y seguridad nacionales” que suponía la realización del evento de formalización de Runasur promovido por Evo Morales con intenciones de “revitalizar”, sobre bases indigenistas y sindicalistas, el fracasado Unasur.
Con esa reunión, Morales -declarado persona non grata por la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso-, pretendía extender su influencia plurinacional sobre el sur del Perú, el norte de Chile y de Argentina -la zona aymara- para rearmar un escenario de cooperación regional que fue inicialmente organizado por Chávez y Lula. Contaminado de ideología “anticapitalista, anticolonialista y antimperialista”, el “Runasur” pretende descomponer lo que queda de cooperación e integración en Suramérica sustituyendo las relaciones interestatales en el área por la plurinacional de los “pueblos”.
No obstante la evidente dimensión política y geopolítica de ese proyecto cavernario hubo también entidades cercanas a cancillería que intentaron otorgar a la entidad en ciernes una dimensión social concordante con anteriores reuniones nativistas en el área.
Postergado el lamentable acontecimiento, la pasividad de la cancillería en atajar la “amenaza” no es lo único que ha resaltado. También se evidenció la dependencia, del partido de gobierno, de altas autoridades diplomáticas y su indisposición a orientar la conducta del presidente Castillo según el interés nacional conocido.
En efecto, desde que el canciller Maurtua anunciara en agosto una extensa lista de propósitos de política exterior para luego restarle contenido anunciando que éstos se guiarían esencialmente por “principios” descartando intereses nacionales concretos, quedó claro que poco haría la cancillería para reorientar los devaneos ideológicos del presidente (quien ya había convertido a Morales en socio privilegiado).
Sin embargo, luego del reemplazo del ex -guerrillero Béjar, alguna esperanza quedaba sobre la capacidad institucional de Torre Tagle para gestionar una política exterior sensible, por lo menos, a los intereses nacionales vecinales y regionales en un contexto inestable.
A la luz de la displicencia con la que el canciller ha minimizado el pronunciamiento de ex -cancilleres y vice-cancilleres se debe concluir que la venerada institucionalidad torretagliana está cooptada o se está diluyendo en los predios de un gobierno empeñado en debilitar los cimientos de un Estado precario.