Global Business Development Manager de SGS
El futuro de la agroexportación peruana está en la sierra y la selva, regiones que representan el 70% de terrenos cultivados en el país, pero que se han mantenido al margen de los mercados internacionales, con grandes limitaciones para desarrollarse y generar bienestar para su población.
Hasta el momento, la agroexportación se ha concentrado principalmente en la costa, logrando una posición de liderazgo a nivel mundial y generando empleo formal e ingresos al país.
Sin embargo, si se mantiene esta concentración en la costa, el Perú perderá competitividad por el inminente crecimiento de Colombia, dadas las ventajas competitivas que tiene: está más cerca al hemisferio norte -donde están los compradores-, tiene más mano de obra y un mayor aprovechamiento de sus pisos altitudinales.
Incluyendo a la sierra y a la selva, en cambio, la agroexportación peruana podría cuadruplicarse en diez años y aportaría nuevas ventajas competitivas al Perú, con una oferta más constante y diversa. Más constante, porque se tendría una ventana de exportación distinta y complementaria a la de la costa. Y más diversa, porque se incorporarían nuevos alimentos altamente nutritivos y cultivados con técnicas ancestrales y sostenibles.
Pero lo más importante es que se mejoraría directamente la calidad de vida de más de un millón de peruanos.
¿Cómo lograrlo?
Por sus condiciones geográficas, la sierra y la selva dificultan la inversión privada. Cuando esto sucede, el Estado es quien tiene que promoverla, no necesariamente atrayendo a las grandes empresas, sino yendo directamente a los pequeños agricultores.
El punto de partida es seleccionar cultivos con potencial: el mundo demanda nuevos productos de alto valor nutritivo y sostenibles.
Para atender a esa demanda, en la sierra se puede cultivar granos andinos, frejoles y ajíes. En los valles interandinos, sachatomates, aguaymanto y paltas. En la selva, en tanto, ajíes, yacón, algodones nativos que no requieren tintes artificiales, guayabas y anonas, entre otros cultivos de extracción.
En segundo lugar, los agricultores ya cuentan con un nivel de organización a través de las juntas de riego o las organizaciones comunales, que pueden convertirse en cooperativas.
El Estado debe proporcionar a estas cooperativas infraestructura de riego. Con US$ 200 millones se puede construir más de 200 reservorios pequeños que pueden garantizar la gestión de riego a más de 200 mil familias. Complementariamente, se debe invertir en infraestructura vial.
Considerando que estos pequeños agricultores no tienen capacidad de inversión, el Estado debe ofrecerles créditos y asumir un seguro en caso de desastre natural.
Además, se deben realizar capacitaciones técnicas. Para ello, la tecnología, dado el crecimiento del acceso a los smartphones, puede ser un gran aliado, pues permite un seguimiento estructurado de las capacitaciones.
Finalmente, es importante acercar a los agricultores al mundo. Si bien la tecnología puede también jugar un rol en ese sentido, es fundamental que puedan asistir a ferias de alimentos en el extranjero y conozcan qué está demandando el mundo. Por ello, debe haber un trabajo de promoción institucional de entidades como Promperú y las embajadas.
Incluir a la sierra y la selva en la agroexportación no solo ayudará a reducir brechas sociales, que es una prioridad ineludible, sino que será imprescindible para que el Perú mantenga una posición de liderazgo a nivel mundial, generando más empleo formal y más ingresos al país, y estableciendo así un círculo virtuoso de desarrollo más inclusivo.