Economista y docente Escuela de Posgrado de la U. Continental | Economista de Intelfin
- La semana pasada se publicó el Marco Macroeconómico Multianual (MMM) 2023–2026 y se envió al Congreso el proyecto de Ley de Presupuesto para el año 2023. Ambos documentos son esenciales para analizar la postura de la política fiscal y vislumbrar el desempeño económico del país en el corto y mediano plazo. En su columna de ayer en este diario (¿Por qué es importante el MMM?), el ministro Burneo señaló que se le da “poca bola” a este documento. Creo que esta apreciación no es correcta. El Consejo Fiscal, las consultoras económicas, muchos analistas, los bancos de inversión y los departamentos de estudios económicos de las diferentes instituciones financieras siempre esperan este documento para ver qué es lo que se viene.
- Tras las declaraciones iniciales del ministro Burneo, señalando que nos encaminábamos a una recesión y que el crecimiento de este año solo sería de 2.2%, muchos analistas se preocuparon con la posibilidad de que buscase implementar una política fiscal expansiva: recurrir al activismo fiscal para acelerar el crecimiento. En el contexto actual, fomentar la expansión del gasto lo único que generaría es un incremento temporal en la demanda a costa de la estabilidad fiscal de mediano y largo plazo. Pan para hoy, hambre de mañana.
- Por ello, resulta importante revisar lo presentado en el MMM 2023 – 2026. Al leerlo se concluye que no hay visos de la probable recesión anunciada por el ministro Burneo. Las proyecciones de crecimiento para este y el próximo año son de 3.3% y 3.5%, respectivamente. Probablemente, esta proyección resulta muy optimista y, como señaló recientemente el Consejo Fiscal, tal vez refleja las expectativas del impacto que podría tener el Plan de Reactivación anunciado. Este, según el ministro, comprenderá acciones por el lado de la demanda y la oferta, con el fin de “coadyuvar a la generación de confianza en los inversionistas”. Algo positivo es su énfasis en la ejecución de los proyectos de inversión pública ya iniciados. Habrá que ver de qué se trata, pero es difícil que un plan de este tipo tenga un impacto importante y rápido en la economía.
- Jugar a ser activista en un entorno externo adverso (desaceleración de la economía mundial, reducción de precios de los minerales y caída de los términos de intercambio) que probablemente afecte la recaudación fiscal, no resultaría ser la mejor decisión. El buscado activismo fiscal puede convertirse más bien en ruido fiscal y contribuir a un mayor deterioro de las expectativas, las cuales ya están muy golpeadas.
- ¿Cuál es el manejo óptimo de la política fiscal en el actual entorno económico y político del país? Hoy, cuando la inflación está muy por encima de la meta del BCR y el crecimiento del PBI se proyecta en más de 3%, resulta difícil suponer que la demanda esté muy por debajo del PBI potencial. La verdad es que no estamos frente a un problema de gasto insuficiente. El problema en la actualidad reside en que el PBI potencial crece muy lentamente debido a la crisis política e institucional en el que el país está inmerso hace mucho tiempo y que ha sido agudizada por este gobierno.
- Por lo tanto, hoy no necesitamos de activismo fiscal o de políticas contracíclicas. Más bien, se debería apuntar a una posición fiscal neutra. El énfasis debe ponerse en la calidad del gasto público más que en el nivel del mismo. Lo que necesitamos a gritos es un impulso a la calidad del gasto público, con funcionarios capacitados, probos y eficientes. Y aquí el ministro tiene su gran reto, tanto técnico como político.