Ahora que Estados Unidos y otros países comenzaron a vacunar a los adolescentes, el informe publicado el martes por científicos israelíes sobre un probable vínculo entre la vacuna contra el covid-19 desarrollada por Pfizer Inc. y BionTech SE e inusuales casos de inflamación cardíaca en hombres jóvenes sin duda es inquietante.
Los padres se preocupan por sus hijos y las autoridades de salud pública deben abordar esta posibilidad con seriedad sin causar un pánico infundado. Pero, hasta ahora, los datos son limitados, a tal punto que existe la posibilidad que no haya ninguna conexión. Y, por lo que sabemos, si existiera alguna relación, no parece ser peligrosa.
No es sorprendente ver surgir nuevos riesgos como este. A pesar de que la vacuna de Pfizer y otras se sometieron a rigurosos estudios antes de su aprobación, igualmente se producirán eventos poco habituales cuando se amplíe el uso de vacunas desde miles de personas a millones, y los estudios que amplían su uso a los niños tienden a ser más pequeños.
Lo que se espera que los líderes de salud pública sean capaces de controlar es la reacción. Con una comunicación cuidadosa y transparente sobre la evolución de los datos, no hay razón para que aterradores titulares frustren campañas de vacunación altamente eficaces.
Israel, que utiliza principalmente la vacuna de Pfizer-BioNTech, advirtió por primera vez este efecto secundario en abril. En hallazgos presentados al Ministerio de Salud de Israel, un panel de investigación reportó 275 casos de inflamación cardíaca –condición conocida como miocarditis– entre diciembre y mayo.
De ellos, 148 ocurrieron en el primer mes tras la vacunación y la mayoría se produjo relativamente rápido después de la segunda dosis. (Para poner ese número en contexto, Israel completó la vacunación de alrededor de 5 millones de personas en ese período).
Los eventos tuvieron mayor incidencia en hombres jóvenes, y casi todos los casos fueron leves y se resolvieron rápidamente. Si bien la miocarditis podría causar dificultad para respirar, dolor de pecho o palpitaciones, los casos leves a menudo solo requieren tratamiento con medicamentos antiinflamatorios.
Después de revisar el informe, el Ministerio de Salud de Israel dijo que seguía confiando en el perfil favorable de riesgo-beneficio de la vacuna y anunció el miércoles que ampliaría su uso a jóvenes de entre 12 y 15 años.
En EE.UU., los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) están investigando los mismos efectos secundarios tanto para la vacuna de Pfizer-BionTech como para la de Moderna Inc., que utiliza una tecnología similar, y mientras tanto, continúa recomendando la vacunación para adolescentes a partir de los 12 años.
Se necesita más información. De acuerdo con un artículo publicado en Science Magazine, el informe israelí sugiere que la incidencia de miocarditis en hombres jóvenes vacunados es de 5 a 25 veces mayor que la tasa de referencia. Los CDC son un poco menos categóricos.
Está analizando una tendencia similar, pero hasta el 24 de mayo, los casos de miocarditis en personas vacunadas son solo levemente mayores de lo habitual en una de las dos bases de datos clave de seguridad. Ahora que se aproxima la segunda dosis de la vacuna de Pfizer para muchos jóvenes estadounidenses el próximo mes, los CDC deben estar muy atentos a los efectos secundarios y mantener a la ciudadanía actualizada.
Mientras tanto, la publicación de los resultados completos de Israel y más datos de otras fuentes contribuirían en gran medida a evaluar una relación causal.
Los efectos secundarios en personas más jóvenes merecen una atención cuidadosa porque tienen un menor riesgo de malos resultados del COVID-19. Sin embargo, dados los beneficios de una amplia vacunación para mantener en niveles bajos el total de casos y los posibles efectos a largo plazo de la enfermedad, las razones para limitar las vacunaciones deberían ser mucho más acotadas.
Al menos, un vínculo más establecido o un aumento en los casos de miocarditis requerirían una orientación y vigilancia más activas por parte de los médicos y para que los proveedores permitan que los más jóvenes y sus tutores sepan a qué síntomas deben estar atentos, incluso si los riesgos son leves.
Sí, es posible que eso asuste a algunos padres y posibles receptores, pero es mejor a que se sorprendan con síntomas que pueden causar temor sin un contexto. Además, una vigilancia activa podría ayudar a determinar si hay un subconjunto de personas en riesgo de sufrir una inflamación más grave y a alimentar las investigaciones sobre si diferentes dosis u horarios podrían mitigar el efecto.
El informe del martes no será el último reporte de un nuevo efecto secundario de alguna vacuna. Comprender la respuesta a este ayudará a generar la confianza necesaria a medida que avanza la campaña global de vacunación.