Aterrizan en Turquía escapando del ambiente de creciente represión del régimen del presidente de Rusia, Vladímir Putin, tras la invasión de sus tropas a Ucrania, pero el destino final de muchos ciudadanos rusos es incierto.
Se trata sobre todo de “informáticos, cineastas, periodistas, productores... todos los que se oponen al régimen del presidente (Putin)”, explica el joven crítico de cine Dima Barchenko, que lleva casi tres semanas en Estambul.
Relata que la mayoría de los pasajeros del avión con el que él llegó a Turquía era gente que “huía del país: muchos llevaban sus mascotas consigo, había gente con maletas enormes y se les veía el miedo en la cara”.
Una impresión similar tuvo en su vuelo la periodista Ksenia Mironova, miembro de la cadena opositora Dozhd TV, cuyo equipo se exilió casi al completo, tras bloquear Moscú las emisiones el 2 de marzo pasado. “Me parecía que eran todos refugiados. La gente, llorando”, comenta.
Periodistas exiliados
“Nos fuimos la mayoría, caras conocidas, presentadores, corresponsales. El Gobierno ruso nos acusaba de difundir noticias extremistas y eso podía significar un proceso judicial. Salimos con prisas, teníamos apenas un par de horas para comprar el vuelo”, cuenta Mironova.
La agencia rusa Agentstvo calcula que 150 periodistas rusos se exiliaron en los primeros diez días después del 24 de febrero, cuando comenzó el ataque del ejército ruso a Ucrania.
Barchenko incluso habla de decenas de miles de intelectuales fugados a Estambul, pero no hay cifras oficiales, porque los rusos no necesitan visado para entrar en Turquía, país que no se ha sumado a las sanciones contra Moscú, ni ha cerrado su espacio aéreo a las conexiones aéreas con ese país.
El diario turco Hürriyet asegura que en las tres primeras semanas después de la invasión de Ucrania, unos 14,000 rusos llegaron a Turquía, una brusca bajada respecto a los 134,000 turistas rusos que entraron en el país en enero pasado.
A los cuatro millones de turistas rusos que visitan Turquía cada año, primera fuente de ingresos del sector, se añaden unos 70,000 residentes de larga duración, casi la mitad en la provincia mediterránea de Antalya, y también estudiantes y académicos.
Una joven científica que llegó a Turquía como investigadora en el momento de empezar la guerra, ahora se plantea quedarse: “Tengo una buena carrera en Rusia, pero mis amigos allí me dicen que no vuelva. Cunde la sensación de que han vuelto los tiempos soviéticos”, dice la joven, que prefiere no revelar su nombre.
“Entre quienes llegan aquí, la mayoría viene de forma temporal, con el objetivo de irse a países occidentales”, agrega.
Continuar a Europa
Efectivamente, Barchenko está a la espera de obtener en los próximos días un visado para poder entrar, en un primer paso, a la República Checa. “Luego quizás tenga que ir a otro país, y a otro, y otro, como en los videojuegos”, apunta.
Por su parte, gran parte del equipo de Dozhd TV se ha trasladado de Estambul a Georgia, un destino que también puede que sea temporal, indica Mironova.
Su temor es que “al ser (Georgia) un país pequeño, la presencia de refugiados rusos puede ser más incómoda para la gente local” que en Estambul, donde no ha encontrado hostilidad.
Tanto ella como Barchenko destacan la tensión que la guerra de Ucrania causa en las familias: “Me peleo con mis padres: ven la televisión y creen que el Gobierno está haciendo las cosas bien, salvando a los rusos”, dice Mironova.
“La guerra en Ucrania es una tragedia para el pueblo ucraniano, pero para el pueblo ruso también. Mi familia está en Moscú. Mi abuela apoya las políticas de Putin; se cree que Putin está salvando al mundo entero de las armas biológicas en Ucrania”, explica Barchenko.
“Cuando llegué a Turquía pensaba que sería para diez días, quizás un mes”, dice el joven. “Pero ahora veo que solo podré volver a una Rusia donde Putin ya no esté en el poder”.