Después de dos años de COVID-19, los comerciantes de los balnearios turcos esperaban recuperar parte del dinero perdido por la pandemia con la llegada del verano boreal. La invasión rusa de Ucrania, sin embargo, desbarata esos planes.
“Tratamos de ganarnos el pan a través del turismo, pero da la impresión de que la guerra arruinará también esta temporada” turística, expresó Devrim Akcay, dueño de una tienda de ropa en Belek, balneario mediterráneo de la provincia de Antalya.
Ningún otro punto de Turquía siente más la merma del turismo por la guerra que Antalya, región llena de hermosas playas y sitios arqueológicos frecuentada sobre todo por rusos, ucranianos y alemanes.
Numerosos países, incluidos Tailandia, Turquía, Egipto y Cuba, sufrirán fuertes pérdidas por la merma del turismo ruso y ucraniano justo cuando esperaban revivir su sector turístico tras los estragos causados por la pandemia. Sus economías, muy dependientes del turismo, enfrentan además el azote de una creciente inflación.
Las aguas turquesa y las arenas blancas de las playas de Varadero, en Cuba, que recibían muchos turistas rusos, se ven casi vacías.
Los rusos representaban casi un tercio del turismo de Cuba --más de 146,000 visitantes el año pasado-- y aliviaban en parte el impacto de la pandemia y de las sanciones que impuso Estados Unidos durante el gobierno de Donald Trump.
“La apuesta de Cuba para recuperar cifras de llegadas en el turismo fue al turismo ruso y en este momento no es posible recuperar nada, producto no sólo del conflicto sino de la suspensión absoluta y de las sanciones impuestas a las aerolíneas, a los vuelos, a las agencias, a los tour operadores. Tenemos que prescindir ahora también del turismo ruso”, declaró José Luis Perelló Cabrera, doctor en Ciencias Económicas y especialista en desarrollo turístico en Cuba.
La asociación de agencias turísticas de Rusia calculó que había entre 6,000 y 8,000 turistas rusos en la isla cuando estalló la guerra.
“Perder ese mercado es un golpe fuerte en Cuba”, indicó la operadora y guía de turismo Natasha Strelkova, una ruso-cubana de La Habana. “Va a ser un golpe para la economía del turismo de nivel medio. Nada más analizar las vueltas que debe dar el avión de Rusia para venir a Cuba, los pasajes van a ser carísimos”.
Rusos y ucranianos representan asimismo el 35% del turismo que recibe Egipto, de acuerdo con Hisham el-Demiry, exdirector de la oficina de turismo.
La guerra “tiene un impacto enorme”, se lamentó el-Demiry. “Cambió las prioridades de la gente y el turismo, que es un sector muy delicado, será la primera víctima”.
Rania Ali, gerente de la recepción de un hotel de cuatro estrellas en Hurghada, dijo que “teníamos una ocupación del 75% antes de la guerra, ahora es del 35%”.
La devaluación del rublo es uno de los factores asociados con la guerra que reduce el turismo ruso, según Chattan Kunjira Na Ayudhya, subdirector de la oficina de turismo de Tailandia, que también recibe grandes cantidades de turistas rusos en años normales. “Esto hará que los rusos probablemente busquen destinos más baratos, con todo incluido”, manifestó.
Las autoridades tailandesas esperaban un fuerte repunte del turismo tras la pandemia y superar los 52 millones de visitantes del 2019, incluidos siete millones de rusos y 1.6 millones de ucranianos, que generaron ingresos del orden de los US$ 34,000 millones. En el 2020 hubo 15 millones de visitantes y el año pasado 29 millones.
El presidente Recep Tayyip Erdogan esperaba que un fuerte repunte del sector turístico lo ayudase a ser reelegido. El país enfrenta una difícil situación económica, con una inflación de más de 54%, que seguramente no mejorará “sin un sector turístico robusto y lazos comerciales con Rusia normales”, de acuerdo con Sone Cagaptay, analista turco del Instituto de Políticas del Cercano Oriente con sede en Washington.
El turismo no es el único sector afectado por la guerra. Grupos empresariales dicen que ha mermado el intercambio comercial en ambos sentidos entre Turquía y Rusia, a pesar de que Turquía no adoptó sanciones contra Moscú.
Turquía es un miembro de la OTAN que mantiene buenas relaciones con Rusia y Ucrania, y que se ofrece como mediador neutral en el conflicto.