En Brasil, la playa de Copacabana (Río de Janeiro) está desierta y los estadios están siendo convertidos en hospitales de campaña, Colombia ha cerrado su frontera con Venezuela, aves marinas han tomado posesión de las playas peruanas y un puma fue visto deambulando los suburbios de Santiago de Chile.
El Covid-19 ha llegado con fuerza a América Latina y con la enfermedad, confinamientos en muchos países, aunque algunos gobernantes siguen en negación, acumulando problemas. En todos lados, la pandemia está amenazando y poniendo a prueba la salud pública y el sustento de la población. Es que el virus ha golpeado a un paciente que, en términos económicos, presenta una seria preexistencia.
Desde el 2014, la economía de la región ha crecido a una tasa promedio de menos de 1% anual y el ingreso per cápita ha caído. Y ahora encara una contracción mucho más severa que la inducida en el 2009 por la crisis financiera, cuando el PBI latinoamericano se redujo 1.7%. Gracias a un manejo económico prudente, muchos países pudieron amortiguar el golpe vía la flexibilización de sus políticas monetaria y fiscal.
Pero ahora tienen menos margen de maniobra. Muchos bancos centrales bajaron sus tasas de interés en el 2019 ante la debilidad económica. En promedio, la deuda pública fue 59% del PBI el año pasado, cuando en el 2008 estaba debajo de 40%, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Al igual que en el 2009, las países latinoamericanos enfrentan menores demanda y precios por sus exportaciones, aunque ahora se suman las cuarentenas y el cierre temporal de muchos servicios.
México, América Central y el Caribe, que tienen estrechos lazos con la economía de Estados Unidos, serán especialmente afectados. El turismo, que representa el 15.5% del PBI y el 14% del empleo en las islas caribeñas, está paralizado. En Sudamérica, algunas economías han sido fuertemente golpeadas por la contracción en China, su principal comprador.
Nadie sabe cuánto durarán las cuarentenas, así que las proyecciones incluyen más supuestos que de costumbre. A inicios de año, el director de investigaciones para América Latina de JPMorgan Chase, Ben Ramsey, estimó un crecimiento de 1.2% para la región. Pero ahora cree que se contraerá 2.2%, asumiendo que habrá una recuperación en el segundo semestre.
Santiago Levy, execonomista jefe del BID, estima que la región tendrá suerte si la contracción no es mayor a 4% o 5%. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que predice una caída de 1.8%, cree que la población en situación de pobreza aumentará de 185 millones a 220 millones —de un total de 650 millones de habitantes—. Los gobiernos están haciendo esfuerzos para reaccionar.
“Están usando sus herramientas (de política económica) sin escatimar”, señala Ramsey. Los bancos centrales de Chile, Brasil, México y Perú han realizado recortes de emergencia en sus tasas de interés. Varios gobiernos preparan líneas de crédito para empresas —el Banco Central de Brasil ha anunciado que inyectará US$ 230,000 millones al sistema financiero, cerca del 11% del PBI— y ayuda para trabajadores y servicios de sanidad.
Sin embargo, enfrentan una dificultad: la mayoría de latinoamericanos trabaja en pequeñas empresas en el lado informal de sus economías. Los bonos de emergencia pueden llegar a los trabajadores formales y, mediante de transferencias de efectivo, a los más pobres, aunque está quedando fuera un gran segmento de la clase trabajadora y la clase media baja.
El Gobierno de Perú ha dispuesto un pago de S/ 380 (US$ 108) por familia, pero está teniendo problemas para distribuirlo. Una solución podría ser que los gobiernos recurran a las mototaxis para repartir el dinero a los hogares, pero respetando las medidas de seguridad y distanciamiento social.
¿Cómo financiarán todo este gasto? Quizás algunos gobiernos afronten una “parada brusca” del ingreso de capitales privados, similar a la que Argentina sufrió en el 2001 y el 2018. Ecuador, exportador de petróleo que fue llevado a la bancarrota por su populista expresidente Rafael Correa (2007-2017), está cerca del default.
Otros países han recibido requerimientos de los inversionistas para que ofrezcan primas más elevadas por sus bonos. Las divisas también han sufrido. Desde febrero, el peso mexicano se ha depreciado 25% frente al dólar, mientras que el real brasileño ha retrocedido 16%. Levy insta a los países que todavía pueden recurrir a los mercados financieros a que dejen claro que sus medidas de gasto son temporales y que no implican la pérdida de control sobre sus finanzas públicas.
Otros quizás recurran al FMI, que está preparando ayuda financiera de emergencia. Algunos podrían emitir más dinero, algo que ha sido acertadamente desaprobado por gobiernos serios en América Latina desde la década de 1980, cuando esa medida estuvo asociada con la hiperinflación. Pero hoy, la deflación es un riesgo mayor que la inflación. En tiempos de desesperación, se necesitan medidas desesperadas.