Podemos llamarlo “efecto Angela Merkel”. A menos de dos semanas de las elecciones nacionales, muchos votantes alemanes parecen incapaces de sobreponerse al hecho de que la canciller, que ha dirigido el país durante cuatro mandatos, no se presente.
Un sondeo del Instituto Allensbach para el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung mostró esta semana que un 40% de los que planean votar el 26 de setiembre aún no han decidido cómo hacerlo, y la mayoría dice que no se sienten atraídos por ninguno de los contendientes.
“Ninguno me convence”, dice Janis Schulz, de 35 años, de Renania del Norte-Westfalia, consultado sobre qué candidato prefiere. “Da igual a quien votemos, seguramente formarán una coalición, pero no se sabe con quién, además es difícil después de Merkel. Ella trajo la calma, a Alemania y a Europa”.
En sus 16 años de mandato, Merkel ha dirigido la mayor economía de Europa durante de la crisis financiera mundial, la crisis de los refugiados y ahora la pandemia de coronavirus, dando a los alemanes una sensación de estabilidad.
Más de esa estabilidad es lo que prometen Armin Laschet, el sucesor de Merkel al frente de los conservadores democristianos, y su rival socialdemócrata Olaf Scholz, pero ninguno de los dos ha conseguido una ventaja clara, ya que sus respectivos partidos están en torno o apenas por encima del 20% en intención de voto.
Los Verdes, que empezaron la campaña con mucha fuerza, con un programa sobre el cambio climático, que ha calado entre los votantes más jóvenes, han perdido impulso y se sitúan en tercer lugar.
“Atrapados en el medio”
Una encuesta independiente de Reuters mostró que, aunque un número récord de votantes optó por enviar su voto por correo este año, la mayoría de ellos seguía sin decidirse y aún no lo había enviado.
La incertidumbre no se ha traducido en grandes ganancias para la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) u otros partidos marginales. Tampoco parece haber desanimado a los alemanes a la hora de votar, ya que el 87% de los encuestados por Allensbach dice que piensan acudir a las urnas, aunque muchos dicen que no ven a nadie en quien realmente confíen y que seguramente elegirán un “mal menor”.
“Normalmente voto a los partidos protesta, pero esta vez votaré por un partido tradicional. Creo que esta vez cada voto cuenta”, manifiesta Schulz.
La AfD irrumpió en la escena nacional en el 2017, aprovechando el sentimiento antiinmigrante tras la decisión de Merkel de abrir las fronteras de Alemania a casi un millón de solicitantes de asilo en el 2015.
Sin embargo, ahora, con la intención de voto en torno al 10%, parece estar estancado por la imagen de partido monotemático, dice Carsten Nickel, director general de Teneo, una firma de asesoría de riesgo político con sede en Londres.
Aunque Merkel no se presenta, sigue siendo un factor a tener en cuenta en las consideraciones de los votantes sobre quién debe dar forma al futuro de Alemania sin ella y quién sería el sucesor más digno, una elección que pueden considerar tan importante como frustrante.
“Lo que ven son contendientes que prometen hacer más de lo mismo o que son extremadamente torpes, y se encuentran atrapados en el medio”, dice Nickel.