Por Lionel Laurent
El amarillo y azul de la bandera de Ucrania, que fue prohibida durante la era soviética, se ha convertido en un poderoso símbolo mundial tras la invasión de Rusia. Ha flameado en lugares emblemáticos desde Nueva York hasta Sarajevo, ha sido compartida en redes sociales y se ha agitado durante las protestas contra la guerra en todo el mundo.
También ha hecho mucho para unir a los miembros de la Unión Europea y la alianza de la OTAN, en un momento de bienvenida solidaridad geopolítica después de una pandemia que endureció las fronteras y los intereses nacionales.
Las sanciones se acumulan contra Rusia, los refugiados están siendo recibidos en distintos países, los negocios y los lazos políticos se están desmoronando y el apoyo financiero y militar para Ucrania avanza.
Mientras el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, presiona a Europa para que sea más asertivo, el presidente ruso, Vladímir Putin, está provocando el tipo de miedo que rompe tabúes de larga data. La UE está suministrando armas a un país en guerra por primera vez en su historia, utilizando una dotación financiera cuyo nombre, el “Mecanismo de paz”, lo dice todo.
No es frecuente que la seguridad tenga prioridad sobre la conveniencia económica. El bloque está despertando a una nueva normalidad de “inestabilidad permanente”, según Bruno Lete, del German Marshall Fund.
Y a medida que el equilibrio del poder europeo se inclina hacia el Este, donde los estados bálticos se sienten envalentonados después de advertir durante años sobre la beligerancia de Putin, pero también son vulnerables al conflicto en su puerta, Kiev reitera las demandas por el premio final: la membresía en el club de la UE.
Harto de tocar cortésmente la puerta, Zelenski le está dando una patada. “Europa debe dar a Ucrania todo lo que pide”, escribió el ministro de Defensa de Letonia en un artículo de opinión del Financial Times, citando las aspiraciones de Ucrania de unirse a la UE y también a la OTAN.
Obviamente, si hay un momento para soñar en grande, es ahora. Quizás sea más fácil visualizar la bandera de la UE un día ondeando junto a la de Ucrania que la de la OTAN, lo que un exsecretraio general de la alianza describió como un escenario aterrador. Algún reconocimiento simbólico de las aspiraciones europeas de Kiev sería un complemento digno de más financiación y lazos más profundos, especialmente si aumenta la presión diplomática sobre Putin.
Pero en medio del idealismo, todavía tiene que haber realismo: no todos los tabúes se van a romper.
La ampliación de la UE no es solo un papeleo burocrático, sino un poder preciosamente guardado que ha sido un tema tan divisivo como la defensa, sobre todo después de la salida del Reino Unido y las preocupaciones sobre el retroceso democrático en el Este. Los 43 millones de ciudadanos de Ucrania y la economía centrada en productos básicos tardarían años, si no décadas , en integrarse.
Incluso cuando la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, pregonó que Ucrania era “uno de nosotros”, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, advirtió respecto a las “diferentes” opiniones sobre el tema.
Tampoco es obvio que los europeos hayan resuelto completamente qué tipo de defensa quieren. Ha habido una falta de voluntad política, compromisos presupuestarios concretos y una incapacidad de 27 países para definir sus amenazas más apremiantes. El mecanismo de la UE que financia armas para Ucrania es una herramienta intergubernamental extrapresupuestaria que no requerirá ninguna presión interna. Todavía estamos en el punto más fácil del cambio: el comienzo.
Incluso sin una visión completa de la defensa, parece inevitable un mayor gasto. Las acciones de las empresas de defensa están subiendo, con BAE Systems y Thales avanzando alrededor de un 25% este mes, y alcanzar el nivel simbólico del 2% del PBI haría que solo Alemania gastara US$18.000 millones adicionales, según analistas de Jefferies. Incluso si Julien Theron de Sciences Po señala que la cifra del 2% es más simbólica que un cumplimiento de la lista de deseos de la OTAN, se está produciendo un despertar.
Y la voluntad de la UE de confrontar sus lazos comerciales y energéticos con Rusia es una señal importante para una unión con dependencias globales que la dejan vulnerable: el reciente lanzamiento de una herramienta de detección para monitorear la inversión extranjera de potencias como China está lentamente ganando terreno.
En última instancia, los Gobiernos y los votantes establecerán los límites reales para una UE más asertiva. Lo que parece unificador hoy puede crear el resultado opuesto mañana. La imagen de tropas estadounidenses saliendo de Afganistán de manera caótica, o las tropas francesas saliendo de Malí, son signos visibles de que una respuesta militar inicialmente popular y necesaria puede perder apoyo con el tiempo. La UE aún no ha sentido toda la carga económica de las sanciones.
Sin embargo, es alentador que el juego de poder de la UE se vea y no solo se escuche: un bloque más asertivo dispuesto a invertir en defensa con el apoyo de Estados Unidos, confrontar las dependencias económicas que lo hacen vulnerable y encontrar puntos en común entre sus miembros. Es una bandera idealista, pero vale la pena alzarla.