En la tierra de uno de los lugares más radiactivos del mundo, soldados rusos excavaron trincheras. Las autoridades ucranianas temían que en realidad estuvieran cavando su propia tumba.
Miles de soldados y tanques rusos pasaron por la zona de exclusión de Chernóbil en las primeras horas de la invasión rusa en Ucrania en febrero y removieron tierra muy contaminada en el lugar donde ocurrió en 1986 el peor desastre nuclear del mundo.
Durante más de un mes, algunos soldados rusos acamparon a distancia visual de la enorme estructura construida para contener la radiación del reactor nuclear de Chernóbil. No ha sido posible inspeccionar de cerca sus trincheras porque está desaconsejado incluso caminar sobre la tierra.
Mientras se acerca el 36 aniversario del desastre del 26 de abril de 1986 y la invasión rusa continúa, ha quedado claro que Chernóbil, una reliquia de la Guerra Fría, nunca estuvo preparada para esto.
Para perplejidad de científicos y otras personas, las fuerzas rusas sobrevolaron la planta clausurada, ignorando el espacio aéreo restringido a su alrededor. Durante más de un mes retuvieron a punta de pistola al personal que seguía trabajando en un turno maratónico. Los empleados dormían sobre sus escritorios y comían apenas dos veces al día.
Incluso ahora, semanas después de que se marcharan los rusos, “tengo que calmarme”, dijo el principal ingeniero de seguridad de la planta, Valerii Semenov. Trabajó allí 35 días seguidos, en los que dormía apenas tres horas por noche, se racionó los cigarrillos y se quedó incluso después de que los rusos aceptaran un cambio de turno. “Temía que instalaran algo y dañaran el sistema”, dijo.
Los trabajadores mantuvieron a los rusos fuera de las zonas más peligrosas, pero la planta se quedó sin electricidad y dependía de generadores diésel para la crucial tarea de poner agua en circulación para refrigerar las barras de combustible, lo que Semenov describió como la peor situación que ha visto en sus 30 años en Chernóbil.
“Era muy peligroso actuar así”, manifestó Maksym Shevchuck, subdirector de la agencia estatal que gestiona la zona exclusión. Todo le daba miedo.
La invasión rusa ha incluido la primera ocasión en la que ocupar una central nuclear formaba parte de la estrategia bélica de un país, indicó Rebecca Harms, expresidenta del grupo de los Verdes en el Parlamento Europeo, que ha visitado Chernóbil en varias ocasiones. El concepto es una “pesadilla” en la que “cualquier central nuclear puede utilizarse como una bomba nuclear preinstalada”.
Una visita a la zona de exclusión, más desolada que de costumbre, mostró que la invasión había supuesto el riesgo a una catástrofe aún mayor que la explosión original y el posterior incendio en Chernóbil, que provocaron una fuga de material radiactivo a la atmósfera y se convirtieron en un símbolo de los últimos años de decadencia de la Unión Soviética. La comunidad internacional, Rusia incluida, dedicó miles de millones de dólares a estabilizar y asegurar la zona.
Ahora las autoridades trabajan con el ministerio ucraniano de Defensa para proteger los puntos más críticos de Chernóbil. En el primer puesto están los sistemas antidrones y barreras antitanque, así como un sistema de protección contra aviones y helicópteros de combate.
Nada de eso importará mucho si el presidente de Rusia, Vladimir Putin, recurre a armas nucleares, algo que Shevchuk dijo que ya no puede descartar.
“Entiendo que pueden utilizar cualquier clase de arma y pueden hacer cualquier cosa espantosa”, declaró.
Chernóbil necesita una protección especial internacional con un firme mandato de Naciones Unidas, afirmó Harms. Como ocurrió en el desastre original, los riesgos no son sólo para Ucrania, sino también para la vecina Bielorrusia y otros lugares. “Depende de hacia dónde sople el viento”, dijo.
Después de ver a miles de soldados soviéticos trabajar para contener los efectos del accidente de 1986, en ocasiones, sin protección, Harms y otros se quedaron conmocionados por el desprecio de los soldados rusos por su propia seguridad, o su ignorancia, en la reciente invasión.
Algunos soldados incluso robaron material muy radiactivo como recuerdo o quizá para venderlo. “Creo que por las películas tienen la imaginación de que todas las cosas pequeñas peligrosas son muy valiosas”, dijo Shevchuck.
Él cree que cientos o miles de soldados perjudicaron su salud, probablemente con poco conocimiento sobre las consecuencias, pese a las advertencias de los trabajadores de la planta a sus comandantes.
“La mayoría de los soldados tenían unos 20 años. Todas estas acciones demuestran que para sus superiores, y en Rusia en general, la vida humana no vale nada”, lamentó.
Todavía se desconoce hasta dónde llegó la actividad rusa en la zona de exclusión, especialmente porque las tropas también colocaron minas que el ejército ucraniano sigue buscando. Algunas han estallado, lo que remueve más la tierra radiactiva. Además, los rusos provocaron varios incendios forestales, ya extinguidos.
Las autoridades ucranianas no pueden monitorear los niveles de radiación en la zona porque los soldados rusos robaron el principal servidor del sistema y cortaron la conexión el 2 de marzo.
El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) informó el sábado 16que no recibía datos remotos de sus sistemas de vigilancia. Los rusos se llevaron incluso los dosímetros individuales de los trabajadores de Chernóbil.
En el centro de comunicaciones, uno de los edificios de la zona que no han sido invadidos por la naturaleza, los rusos saquearon lo que encontraron y dejaron el suelo cubierto de cristales. El edificio era una herencia de la década de 1980. En una pared, alguien había pintado en rotulador rosa la frontera de Ucrania sobre un mapa que aún mostraba la Unión Soviética.
En circunstancias normales, unas 6,000 personas trabajan en la zona, en torno a la mitad en la central nuclear. Cuando comenzó la invasión, la mayoría de los trabajadores recibió orden de evacuar de inmediato. Ahora quedan unos 100 en la central y otros 100 en otros lugares.
Semenov, el ingeniero de seguridad, recordó que los rusos habían hecho controles a los trabajadores que quedaban para buscar a lo que describieron como radicales.
“Dijimos, ‘Miren nuestros documentos, el 90% de nosotros viene de Rusia’”, dijo. “Pero somos patriotas de nuestro país”, aclaró en referencia a Ucrania.
Cuando los rusos se marcharon a toda prisa el 31 de marzo dentro de una retirada de la región que dejó atrás tanques calcinados y comunidades traumatizadas, se llevaron a más de 150 miembros de la guardia nacional ucraniana a Bielorrusia. Shevchuck teme que ahora estén en Rusia.
En su apresurada marcha, los rusos dieron a elegir a los gestores de la planta: firmar un documento que dijera que los soldados habían protegido el lugar y no había quejas, o ser trasladados a Bielorrusia. Los gestores firmaron.
Una medida de protección que los rusos parecieron tomar fue dejar abierta una línea de comunicación de la planta nuclear a través de Slavutych, donde viven trabajadores de la zona, y hasta las autoridades en la capital de Ucrania, Kiev. Esa línea se utilizó varias veces, aseguró Shevchuck.
“Creo que comprendían que debía ser por su seguridad”, agregó. El OIEA informó el martes que la planta ya puede contactar directamente con el regulador nuclear de Ucrania.
Otra planta nuclear en el país, en Zaporiyia, en el sureste de Ucrania, permanece bajo control ruso. Es la más grande de Europa.
Shevchuck, como otros ucranianos, está harto de Putin. “Le invitamos a entrar en el nuevo refugio seguro de confinamiento. Después lo cerramos”, señaló.