La ley “Chips y Ciencia” que el presidente Joe Biden está a punto de promulgar la próxima semana, se presentó como una oportunidad única en la vida para revitalizar la industria estadounidense de semiconductores y contrarrestar el poder manufacturero de Asia.
Lo que menos se discutió fue el impacto ambiental de la legislación. El proyecto de ley está destinado a inyectar US$ 52,000 millones en una industria que devora energía y produce desechos tóxicos, en un momento en que el aumento global en la demanda de chips ha provocado que las empresas se vuelvan más contaminantes.
Con EE.UU. y Europa compitiendo para reconstruir su infraestructura de producción de chips, las preocupaciones ambientales pasaron a un segundo plano, dijo Pauline Weil, investigadora del grupo de expertos sobre temas económicos Bruegel, con sede en Bruselas.
“Los países realmente no están considerando esto”, dijo. “Están poniendo en la mesa miles de millones de subsidios con muy pocas condiciones, y esas condiciones no están ligadas al medio ambiente”.
La Unión Europea propuso cerca de US$ 43,000 millones para su propia legislación sobre chips, subsidiando un auge deconstrucción por parte de los fabricantes de chips más grandes del mundo. Los nuevos proyectos de Intel Corportation, Samsung Electronics Co. y Taiwan Semiconductor Manufacturing Co. están a punto de surgir en Alemania, Ohio y Arizona.
Un examen de los informes de responsabilidad corporativa de las empresas muestra que su uso de energía y agua ya está al alza. Eso no es sorprendente en una industria en crecimiento, pero los fabricantes de chips como Intel se han comprometido a reducir drásticamente sus emisiones y el consumo de agua. Mantener los desechos peligrosos fuera de los vertederos es otro desafío. La prisa por aumentar la producción solo lo hará más difícil.
Algunas proyecciones indican que la industria duplicará su tamaño durante la próxima década, lo que significa que los esfuerzos para mitigar esa huella deben acelerarse. Sin la presión de los Gobiernos, dependerá en gran medida de los propios fabricantes de chips cuánta de esa expansión se traducirá en daños ambientales.
Fabricar semiconductores es un negocio complicado y costoso que se vuelve más difícil a medida que choca con las leyes de la física. Los fabricantes de chips manejan fábricas gigantes que operan 24 horas al día, siete días a la semana, con la intención de obtener un retorno de los miles de millones de dólares que se necesitaron para equiparlos antes de que se vuelvan obsoletos. La maquinaria suele tener una vida útil de menos de una década.
El proceso requiere mucha energía, agua y productos químicos tóxicos. Y aunque los fabricantes de chips más grandes han logrado avances ambientales (su uso de energía renovable en EE.UU. es un punto destacado), las empresas admiten que aún tienen trabajo por hacer.
Tomemos como ejemplo a Samsung, el fabricante de chips más grande del mundo por ingresos. Los sitios de semiconductores en el extranjero de la compañía surcoreana, en EE.UU., Europa y China, ya funcionan por completo con energía renovable. Pero todavía está trabajando en el desarrollo de fuentes de energía sostenibles en otras partes del mundo, incluso en Corea del Sur, donde se encuentran sus fábricas más grandes. En total, solo alrededor del 16% de su uso de energía provino de fuentes renovables en el 2021, frente al 13% en el 2020.
De manera similar, TSMC impulsa sus operaciones en el extranjero utilizando electricidad limpia. Pero en Taiwán, donde se encuentra la mayoría de sus plantas, el total es menos del 10%.
“Sabemos que es muy importante impulsar la energía renovable en Taiwán”, dijo la portavoz Nina Kao. “Taiwán es una isla realmente pequeña con recursos limitados”.
Intel lo está haciendo mejor, en parte porque tiene acceso a energía más ecológica cerca de sus sitios en Oregón, Arizona y Nuevo México. En el 2021, la compañía obtuvo el 80% de su electricidad de fuentes renovables, frente al 71% del año anterior.
Aun así, su uso total de energía, en parte debido a la complejidad adicional de la nueva tecnología de fabricación, aumentó un 9.4% en el período a 11,610 millones de kilovatios hora. Eso es aproximadamente el doble de lo que usa la ciudad de San Francisco en un año.
Intel apunta a ser “positivo neto” en el uso de agua para el 2030, lo que significa que usará menos de lo que produce. TSMC se comprometió a tener cero emisiones netas para el 2050, y Samsung está impulsando un nuevo conjunto de estándares y pautas que, según dice, reflejan con mayor precisión el impacto de la industria de semiconductores.
Luego está el tema de los residuos. Los fabricantes de chips dicen que han hecho un progreso significativo para mantener los materiales potencialmente peligrosos fuera de los vertederos. En algunos casos, han descubierto formas de reutilizar o reciclar sustancias como el ácido sulfúrico y los metales que son clave para el proceso de producción de chips. Sin embargo, más producción significa que habrá más desechos para procesar, y eso podría sobrecargar los sistemas de reciclaje.
Por ahora, las tendencias van en dirección correcta. Intel generó 344 toneladas métricas de desechos en el 2021, frente a las 414 del año anterior, y solo envió el 5% de eso a vertederos. Mientras tanto, TSMC ha arrojado menos del 1% de sus desechos durante 12 años consecutivos. Samsung reportó un nivel de reciclaje de desechos del 96%, con su división de chips enviando por primera vez cero a los vertederos el año pasado.
Por su parte, la industria también argumenta que los propios chips han hecho del mundo un lugar más verde. Un termostato Nest con muchos chips, por ejemplo, puede evitar que los consumidores desperdicien electricidad. Pero ese argumento es un arma de doble filo, dijo Christopher Knittel, profesor de economía aplicada en el Instituto Tecnológico de Massachusetts.
La industria de los chips emite aproximadamente 100 millones de toneladas de dióxido de carbono por año, un nivel equivalente al país de Bélgica, y va a ser difícil reducir eso, dijo Peter Spiller, socio de McKinsey & Co. centrado en la sostenibilidad.
“Pero, al menos, los jugadores ya lo reconocieron”, dijo. “Se han fijado metas muy ambiciosas”.