Tras cinco años detenido en Rusia por protestar contra la anexión de Crimea, el cineasta ucraniano Oleh Sentsov decidió empuñar las armas e ir al frente, un combate que -dice- no es “como en las películas”.
Sentsov, ganador del premio europeo Sájarov por la defensa de los derechos humanos, se alistó como voluntario en la llamada Defensa Territorial tras la invasión rusa de Ucrania.
“Esta lucha no es como en las películas”, dijo, vestido con un mono caqui, una gorra y luciendo barba.
“Realmente no hay combates cuerpo a cuerpo ni disparos de armas automáticas. La mayoría de las veces es artillería y tu trabajo consiste en mantener el frente en una trinchera y no morir en los bombardeos”, dice en una calle de Kiev.
El relato de este hombre de 45 años se ve interrumpido por la tos de un fuerte resfriado que contrajo tras su paso por el frente, donde impera un clima gélido. Ahora tiene unos días de descanso en la capital.
La carrera de Sentsov como cineasta independiente parecía prometedora, pero se vio interrumpida por el Maidán, la revolución proeuropea del 2014, y por la anexión rusa de Crimea.
Después de una primera película en el 2011, “Gamer”, rodada por apenas US$ 20,000, estaba a punto de dirigir “Rhino” pero fue detenido por los rusos, acusado de planear ataques incendiarios.
Fue condenado y enviado a una colonia penal en el Ártico ruso donde, tras una huelga de hambre de 145 días, perdió 30 kilos. En el 2019 fue liberado.
Un “Vietnam”
Apoyado en una barricada, Sentsov cuenta cómo su detención le convenció de que Rusia no se conformaría con tomar Crimea.
“Después de mi liberación, algunos de mis amigos me decían: ‘’Eres un radical, has empezado a odiar a los rusos, no son tan malos’”, recuerda.
“Hoy me entienden, porque pasé cinco años allí y vi cómo tratan a los ucranianos, a los europeos, con sus ambiciones imperiales, su crueldad”, añade.
Sentsov se incorporó a la Defensa Territorial “desde los primeros días de la guerra” y pasó dos semanas sirviendo en los puestos de control de las afueras de la capital.
Pero luego fue enviado a “la primera línea de defensa”, junto a unidades del ejército en los bosques de las afueras de Kiev.
Según él, las fuerzas rusas infligieron un “Vietnam” a las fuerzas ucranianas con un intenso bombardeo de artillería. Pero no lograron avanzar.
Por el momento, su carrera de cineasta es solo un recuerdo lejano: “Ya no ruedo. Primero porque no tengo tiempo. Y luego porque no me apetece”.
Por ser conocido le ofrecieron un trabajo en una oficina de prensa oficial “pero ese no era mi camino, mi camino es el de un simple soldado”.
También recibió cartas de apoyo de la profesión, entre ellas una de la Academia de Cine Europeo, pero, según dice, “en tiempos de guerra no importa si eres un director, un conductor de autobús o un trabajador, todos somos soldados”.
No descarta poder volver al cine algún día, aunque asegura que pasará tiempo antes de que tenga la “cabeza fría” como para hacer una película sobre el conflicto.
“No sé qué tipo de película haré. Había escrito varios guiones antes de la guerra. Tal vez consiga algunas ideas nuevas aquí”, dice.
Por el momento, ve la vida a través de la mira de un rifle, no del objetivo de una cámara: “He vivido muchas vidas, mi vida ha cambiado, mi trabajo ha cambiado. El cine es solo una parte de mi vida y ahora mi vida está donde creo que es más útil para mi país”.