“Qatar juega un gran partido para un país tan pequeño”, al apostar por el deporte como forma de competir con sus poderosos vecinos y sentar las bases de su “atractivo” mundial, resumía a mediados del 2020 Simon Chadwick, director del Centro Deportivo Euroasiático de Lyon. (Foto: GABRIEL BOUYS / AFP)
“Qatar juega un gran partido para un país tan pequeño”, al apostar por el deporte como forma de competir con sus poderosos vecinos y sentar las bases de su “atractivo” mundial, resumía a mediados del 2020 Simon Chadwick, director del Centro Deportivo Euroasiático de Lyon. (Foto: GABRIEL BOUYS / AFP)

¿Una lluvia de críticas o miradas de admiración? Con el sorteo de la fase final del Mundial de Fútbol del 2022, este viernes en Doha, Qatar se situará desde ahora y hasta finales de diciembre en el centro de todas las miradas.

Llegó por lo tanto la hora de la verdad para su apuesta por la “diplomacia deportiva”, tras conseguir a finales del 2010 y por sorpresa la sede de este Mundial de Fútbol, lo que generó diversas controversias desde entonces.

“Qatar juega un gran partido para un país tan pequeño”, al apostar por el deporte como forma de competir con sus poderosos vecinos y sentar las bases de su “atractivo” mundial, resumía a mediados del 2020 Simon Chadwick, director del Centro Deportivo Euroasiático de Lyon.

Como anfitriones de diversas grandes competiciones deportivas, la monarquía del Golfo puede soñar con crear una burbuja mediática positiva especialmente durante el Mundial de fútbol (21 de noviembre al 18 de diciembre).

“Todavía va a haber una disociación entre el deportista y lo que pasa alrededor. El fervor alrededor del Mundial es tan grande que las poblaciones olvidan todo lo demás”, estimó Pim Verschuuren, especialista de geopolítica del deporte en la Universidad de Rennes-II, en Francia.

Ahora que el foco sobre China se ha desviado tras la celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno a principios de este año, “la presión sobre Qatar va a aumentar, mucho más allá de la cuestión de los trabajadores migrantes”, vaticina este investigador.

“Aberración total”

La designación por la FIFA de Qatar como sede en el 2010 sorprendió por el pequeño tamaño de esa península, sin infraestructuras entonces capaces de albergar un evento futbolístico tan grande. Fue considerada en el momento como “una aberración total”, contraria a toda lógica técnica, recuerda Pim Verschuuren.

Qatar consiguió levantar los ocho estadios planeados para este Mundial, pero recurriendo a decenas de miles de trabajadores migrantes en duras condiciones, padeciendo altas temperaturas y por salarios de miseria, documentados por los sindicatos internacionales y por la prensa.

La “desigualdad extrema” de la sociedad catarí, entre autóctonos enriquecidos en un país rico en recursos energéticos y un “ejército de reserva” de trabajadores de Bangladés, India, Nepal o Filipinas, es bastante anterior a la concesión de sede del Mundial, recordó recientemente Antoine Duval, del Instituto Asser de La Haya, en la revista ‘Transnational Legal Theory’.

La atención suscitada por la competición “ha hecho entrar este tema en la esfera pública transnacional”, obligando a la FIFA a asumir el impacto social de su torneo, cuando inicialmente permanecía al margen, añade este especialista de Derecho del Deporte.

Qatar, que levantó la prohibición para ese tipo de trabajadores de cambiar de empleador y que introdujo un salario mínimo de US$ 1.30 a la hora, afirma que ha realizado más avances que cualquier otro país de la región y rechaza firmemente los balances de miles de muertos en las obras que publican medios internacionales.

¿Qué legado?

La FIFA, por su parte, subraya las “normas y prácticas de nivel internacional” que el Mundial de fútbol va a dejar para los trabajadores.

La instancia que dirige el fútbol internacional se enfrenta también a otra cuestión: el Mundial catarí está manchado desde el origen por acusaciones de corrupción sobre la concesión de sede.

Desde hace años, las cuestiones éticas alrededor de las grandes competiciones han ganado peso, haciendo de los Juegos Olímpicos o los Mundiales un terreno de movilización para gobiernos, ONG y deportistas.

La FIFA acaba de excluir al fútbol ruso tras la invasión de Ucrania, una toma de posición que le expone al “riesgo de una doble vara de medir si no toma posición ante otras violaciones de los Derechos Humanos”, subraya Pim Verschuuren.

Esta misma semana, el Partido Socialdemócrata alemán, en el poder en su país, instó a la Federación de fútbol de su país a “poner sobre la mesa las cuestiones políticas y sociales” relacionadas con el Mundial 2022, mientras que el sindicato de futbolistas FIFPro y el IBB (sindicato internacional de trabajadores de la madera y la construcción) reclamaron un “Centro de Trabajadores Migrantes” en Catar.

“En el lenguaje del fútbol, no estamos ni en el descanso. Cada avance obtenido por los trabajadores sigue siendo frágil. Entre los migrantes de Catar, muchos temen que estas mejoras se desvanezcan cuando los focos dirigidos hacia Catar se apaguen después del Mundial”, escribieron las dos organizaciones.