La organización promete un torneo neutro en carbono pero la Copa del Mundo de fútbol de Qatar, calificada de “aberración ecológica” por sus detractores, podría ser mucho más nociva para el clima de lo previsto.
“Estamos comprometidos con asegurar una Copa del Mundo de fútbol totalmente neutra en carbono. Lo conseguiremos midiendo, reduciendo y compensando todas las emisiones de gas de efecto invernadero asociadas al torneo”, prometió Hassan Al-Thawadi, secretario general del Comité de Organización del Mundial.
Este compromiso, sin embargo, no termina de convencer, y varias personalidades han anunciado querer boicotear la Copa del Mundo debido a su coste ecológico y humano. La exestrella del Manchester United Eric Cantona denunció una “aberración ecológica, con todos esos estadios climatizados” además de “un horror humano”, mientras que varias de las ciudades más grandes de Francia han decidido no instalar pantallas gigantes para difundir los partidos.
La promesa de la neutralidad en carbono es “una cortina de humo”, valora Julien Jreissati, director del programa de Greenpeace en Oriente Medio. Esto “no es una respuesta a la emergencia climática y puede ser considerado como greenwashing o sportwashing”, según él.
“Esta publicidad de la neutralidad de carbono es engañosa y no es fiel al impacto climático real que tendrá el evento”, profundiza Gilles Dufrasne, autor de un informe sobre el asunto para la ONG Carbon Market Watch, con base en Bélgica.
Según un informe encargado por la FIFA, el evento debería generar 3,6 millones de toneladas equivalentes de CO2, contra los 2,1 millones durante la última edición en Rusia en el 2018. La gran mayoría (95%) procede de emisiones indirectas, ligadas principalmente al transporte, a la construcción de las infraestructuras y al alojamiento.
Pero esa estimación de las emisiones es incompleta, según Carbon Market Watch, que estima que la huella de carbono de la construcción de los estadios podría ser ocho veces superior: habría que contabilizar 1,6 millones de toneladas de CO2 y no 0,2.
Una enorme diferencia que refleja una elección metodológica: Qatar valora que los estadios serán utilizados después de la Copa del Mundo, y por tanto que su impacto sobre el medio ambiente no es atribuible al evento, mientras que Carbon Market Watch opina lo contrario. La utilización total de los estadios después del 2022 en un país de 2,4 millones de habitantes es cuestionable, valora la ONG.
Por su parte, Qatar anuncia que un estadio será completamente desmontado y que los otros siete estarán parcialmente dedicados a otros usos públicos, como colegios, oficinas, hoteles etc.
“Enorme error”
La climatización de los estadios, que simboliza el gasto energético y medioambiental, no tiene sin embargo un gran peso en el gasto. “Es relativamente mínimo comparado a las emisiones totales de la construcción de estadios o a las emisiones totales del transporte aéreo”, confirma Gilles Dufrasne.
Teniendo en cuenta el impacto climático de la construcción de las infraestructuras, algunos observadores piensan que un país mejor equipado debería haber sido elegido como país sede.
“Se cometió un enorme error en diciembre del 2010 en el momento de atribución de la Copa del Mundo contra un país que tenía todas las infraestructuras”, valora Gilles Paché, especialista de logística y profesor en la Universidad de Aix-Marsella, en referencia a Estados Unidos.
“Con Qatar partíamos sin base, ‘ex nihilo’. Un evento de talla mundial sustentado sobre la arena”, mientras que “Estados Unidos estaba verdaderamente bien equipado” en estadios y en hoteles.
Para alcanzar la neutralidad, la organización promete también que las emisiones del torneo serán totalmente compensadas: comprará créditos de carbono, que corresponden, en teoría, a una reducción de las emisiones equivalente a las del Mundial, realizada por terceras partes (por ejemplo con proyectos de energías renovables en Turquía).
“La compensación de carbono crea una distracción, porque transmite la ilusión de que una solución que no requiera esfuerzos de reducción en la emisión de gases de efecto invernadero que impliquen decisiones políticas ambiciosas es posible”, critica Julien Jreissati. “Debemos reducir las emisiones desde el origen lo más rápido posible”, valora.
Para los próximos Mundiales, Gilles Dufrasne propone una “reflexión sistemática” en lugar de buscar cómo volver ‘verde’ al evento: “reflexionar sobre la frecuencia” o por ejemplo “repartir los partidos a través del mundo para jugar en un estadio que sea el más cercano para los dos equipos que se enfrenten”.