Turquía se ha hecho un lugar en todas las grandes crisis y desafíos geopolíticos, a golpe de arrebatos y amenazas, y sin descuidar nunca sus propios intereses, una actitud que irrita en muchos casos a sus aliados.
De crisis en crisis, Turquía muestra su músculo en la defensa de la seguridad y los intereses del país: guerra de Ucrania y tráfico de mercancía por vía marítima, ampliación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), incursiones militares en Irak (y posiblemente en Siria), tensiones con su vecino griego...
Una presencia geoestratégica en beneficio de su presidente Recep Tayyip Erdogan, en el poder desde el 2003 y candidato a la reelección el año que viene.
En el foco de los últimos temas, los combatientes kurdos en la frontera turca con Siria, que Erdogan amenaza con “limpiar” para estabilizar una “zona de seguridad” de 30 km. Esa sería operación semejante a la que, desde mediados de abril, se lleva a cabo en el norte de Irak.
Por su parte, el secretario de Estado estadounidense Anthony Blinken alerta que una operación turca en el norte de Siria “debilitaría la estabilidad regional”, aunque no parece que este aviso vaya a detener la ofensiva.
Los kurdos protagonizan también la oposición de Turquía a la entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN, países a los que Ankara acusa de acoger a los “terroristas” del PKK, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, y a sus aliados.
Oportunidad diplomática
“Intenta transformar (la cuestión de la OTAN) en una oportunidad diplomática”, señala Yektan Turkyilmaz, investigador de la Universidad Centroeuropea, con sede en Viena (Austria).
“Suecia y Finlandia se ven forzadas a abordar las ‘inquietudes’ de Turquía, que se fundamentan en reclamar el derecho a tratar de ‘terrorista’ a quien ella quiera”.
Esta manera de ocupar la escena internacional tiene también fines políticos, a un año de las elecciones presidenciales de junio del 2023, explica Soner Cagaptay, especialista de Turquía en el Washington Institute.
“La preocupación de Turquía sobre los nexos de Suecia con el PKK y las YPG (brazo armado del Partido de la Unión Democrática en Siria) son legítimos”, afirma Cagaptay.
“Pero, aunque (los suecos) no hagan todo lo que (Erdogan) pide, lo reivindicará como una victoria por haber obligado a los europeos a doblar el brazo”. “Su imagen de hombre fuerte se reforzará en todo el mundo y en el plano nacional”, añade.
Preguntados por la AFP, diferentes analistas afirman que Turquía podría aprovechar la cuestión de la OTAN para cerrar el caso de los F-16, unos aviones de combate que Ankara compró a Estados Unidos, pero sobre los que Washington suspendió el contrato después de que Turquía se hiciera con el sistema de defensa ruso S-400.
Erdogan acusa a su vez a su vecino griego (miembro a su vez de la OTAN) de bloquear el dosier de los F-16, lo que aumenta las tensiones en la alianza atlántica.
Postura molesta
Para Soner Cagaptay, “Erdogan envía un mensaje a (Joe) Biden: hablemos de mis aviones y estaré contento de levantar mi veto en la OTAN”.
“Su postura es, sin duda, molesta, pero sus objeciones tienen fundamento”, matiza el experto en geopolítica Didier Billion, del Instituto francés de Relaciones Internacionales y Estratégicas (Iris). “Más allá del chantaje, al final lograrán un acuerdo”, afirma.
Única potencia regional que mantiene relaciones con Ucrania sin molestar a Moscú, Turquía se ha convertido en un personaje importante en las negociaciones de guerra.
“Aunque no hubo progresos destacados, gracias a su neutralidad, Turquía es el actor de confianza en la mediación entre Ucrania y Rusia”, señala Elizabete Aunina, de la Universidad de Ámsterdam (Países Bajos).
Serguéi Lavrov, jefe de la diplomacia rusa, llegará a Turquía el miércoles de la semana que viene para tratar la apertura de “corredores” en el mar Negro que den salida a los cereales ucranianos.
Turquía propuso su ayuda y ofrece sus barcos para una operación que, de momento, Rusia está reflexionando si le conviene.
Lavrov viajará a Turquía por segunda vez en el marco de las negociaciones sobre la guerra, pues ya estuvo en Antalya (suroeste) en marzo, en el único encuentro con su homólogo ucraniano, Dmytro Kuleba, desde el inicio del conflicto.