La semana pasada, la Asamblea del Estado de Nueva York aprobó el objetivo de energía limpia más agresivo de Estados Unidos, con el que exige a Nueva York obtener 100% de su electricidad de fuentes con cero emisiones para el 2040. El gobernador Andrew Cuomo, quien se espera convierta el proyecto en ley, lo llamó "el más agresivo del país".
Al otro lado del país, la Legislatura del estado de Oregon está intentando aprobar otro ambicioso proyecto de ley climático, un esfuerzo ahora estancado por el hecho de que los senadores republicanos han abandonado el trabajo.
En ausencia de una acción federal para descarbonizar el sector energético, los estados están tomando acciones por su cuenta.
Estas metas estatales son ambiciosas, y potencialmente inalcanzables utilizando las tecnologías actuales. Pero se están convirtiendo en una realidad en las políticas, no en retórica política. Los negocios y los inversionistas están pensando en los tipos de activos que construyen y financian, y en dónde, en una señal de que se están alineando con estas ambiciosas metas climáticas.
La Red para Enverdecer el Sistema Financiero, un grupo de bancos centrales y entidades supervisoras que evalúa el riesgo climático y moviliza las finanzas climáticas, no considera el cambio climático como abstracto.
En cambio, es de una "naturaleza previsible" y "aunque los resultados exactos, el horizonte temporal y el camino a futuro son inciertos, existe un alto grado de certeza de alguna combinación de riesgos físicos y de transición" que eventualmente se materializará.
Si los riesgos son previsibles, se les puede poner precio. Y si esos riesgos se manifiestan financieramente, también deberían ser divulgados. En su informe de estado más reciente, el Grupo de Trabajo sobre Divulgaciones Financieras Relacionadas con el Clima (TCFD, por sus siglas en inglés) asegura que ahora cuenta con casi 800 partidarios, en comparación con poco más de 100 hace apenas dos años.
El marco de divulgaciones del grupo ha ido apareciendo al tiempo con los compromisos corporativos de reducir la exposición al cambio climático o limitar las actividades empresariales que lo causan. Crédit Agricole publicó recientemente su Plan a mediano plazo 2022, el cual no solo está en línea con el TCFD, sino que también ataca directamente sus propios libros en el negocio del carbón térmico utilizado para la generación de energía.
El banco asegura que "abandonará la producción de carbón térmico en la UE y los países miembros de la OCDE para el 2030 (sin nuevas relaciones comerciales con empresas cuyo carbón térmico represente 25% o más de sus ingresos, con excepción de aquellas que anuncien planes de cerrar sus actividades de carbón térmico o tengan la intención de anunciar dichos planes para 2021).
En una publicación aparte, el banco informó que también duplicaría su portafolio ambiental a 13,000 millones de euros para el 2022. Su incremento planeado sigue un mercado en expansión que podría superar la emisión de bonos verdes récord de 2018 de US$ 182,000 millones.
Crédit Agricole y sus pares son emisores de bonos verdes típicos, y como señala Brian Chapatta, de Bloomberg Opinion, el campo de los bonos verdes no solo está creciendo, sino que se está volviendo más diverso. Es un cambio afortunado respecto al año pasado, cuando Chapatta dijo que el mercado "parecía estancado en su infancia a causa de la autodesignación y una falta general de ejecución":
"No está totalmente claro lo que cambió. Tal vez los países y las compañías realmente están reaccionando al informe de la ONU de octubre, según el cual el mundo tiene 12 años para evitar un daño climático catastrófico y solo necesita tiempo para organizar sus finanzas. No obstante, la diversidad de prestatarios que llegan al mercado sobresale como una tendencia importante. Aproximadamente 39% de la emisión en los primeros cinco meses de 2019 provino de países diferentes a China, Francia, EE.UU., Alemania, Países Bajos y Suecia, la mayor cantidad desde por lo menos 2014, según datos de Bloomberg".
Es importante señalar dos cosas sobre la manera en que el mundo corporativo se está adaptando al cambio climático en todas partes. En primer lugar, la lucha tiene sus recompensas financieras, lo cual promueve más esfuerzos; segundo, casi todos los negocios están incorporando el cambio climático en sus proyecciones.
Esto es evidente en Global Climate Change Analysis 2018 (Análisis global del cambio climático 2018) de CDP. Como informa Eric Roston, de Bloomberg, las 500 compañías más grandes del mundo calcularon US$ 970,000 millones en riesgos del cambio climático, así como US$ 2.1 billones en "nuevos bienes potenciales" de la mitigación de esos riesgos.
A los negocios y a los inversionistas les gusta la certeza. Las políticas a largo plazo y extremadamente ambiciosas como las de Nueva York garantizan un poco más de certeza, aun cuando los mecanismos exactos para alcanzar esas políticas sigan siendo inciertos. El cambio climático es lo único que han conocido la mayoría de las personas, como escribí la semana pasada, y eso también aplica a las corporaciones.
Por Nathaniel Bullard