El culebrón que protagonizan el presidente Alberto Fernández con su vicemandataria Cristina Fernández de Kirchner no es una situación inédita en Argentina. En la historia reciente hubo al menos tres episodios similares que impactaron en el rumbo de los gobiernos de turno.
Tras la derrota electoral en las primarias legislativas del último domingo quedaron expuestas las internas latentes entre Fernández y la primera en la línea de sucesión. Fernández de Kirchner, quien gobernó el país entre el 2007 y 2015, manifestó públicamente que la política económica del presidente fue la causa de la debacle en las urnas y exigió cambios de ministros.
“Sólo le pido al presidente... que honre la voluntad del pueblo argentino”, expresó la vicepresidenta en una carta que difundió en las redes sociales.
El mandatario respondió en una entrevista: “ella me conoce, sabe que por las buenas a mí me sacan cualquier cosa. Con presiones, no me van a obligar” y adelantó que se tomará su tiempo para decidir qué hacer con el gabinete luego de que cinco ministros ligados a Fernández de Kirchner pusieran su renuncia disposición.
Lo que está en juego para el gobierno en las legislativas del 14 de noviembre es el control de la cámara alta y la mayoría simple en la Cámara de Diputados. De confirmarse los resultados de las primarias, el oficialismo se vería obligado a negociar su agenda con la oposición en sus dos últimos años de mandato.
Pero este desencuentro entre Fernández y la vicepresidenta se ha repetido en otros gobiernos desde el retorno de la democracia en 1983.
La propia Fernández de Kirchner se enfrentó con el vicepresidente de su primer mandato, Julio Cobos, quien como titular del Senado frenó en el 2008 un proyecto que establecía un esquema móvil de impuestos a las exportaciones de granos según su valor en el mercado internacional y que era resistido por los productores agropecuarios.
Cobos no renunció pero nunca más tuvo contacto con la presidenta durante los tres años que siguieron al episodio. Fernández de Kirchner fue reelegida en el 2011 acompañada por Amado Boudou, un vicepresidente que también le traería dolores de cabeza por un escándalo de corrupción.
Para la analista Celia Kleiman, directora de la consultora Polldata, el problema radica en la elección de dirigentes de alto perfil para un “puesto decorativo” como una vicepresidencia en el sistema político de Argentina.
“Argentina es un país hiper-presidencialista. La vicepresidencia se relega a la jefatura del Senado, no participa del Poder Ejecutivo salvo cuando el presidente se va de viaje o está enfermo”, describió Kleiman.
Si el vicepresidente “tiene muy alto perfil, intenta dar un pasito más del permitido y se desata el conflicto”, opinó.
Otro gobierno peronista vivió una disputa similar, aunque menos pública.
En 1991 Eduardo Duhalde renunció como vicepresidente de Carlos Menem para lanzarse como candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, objetivo que cumplió. Menem completó su primer mandato con el puesto vacante y la relación entre ambos se recompuso recién una década después.
El gobierno del radical Fernando De la Rúa (1999-2001) quedó sumergido en una crisis institucional en el 2000 tras la renuncia de su vicepresidente Carlos Álvarez, quien acusó al mandatario de encubrir un escándalo por el pago de sobornos a senadores para la sanción de una ley de reforma laboral en el Congreso.
Debilitado políticamente, De la Rúa renunció a mitad de su mandato en medio de un estallido social.
A diferencia de los casos anteriores, la particularidad de la disputa entre Fernández y su vicepresidenta es que fue ella quien impulsó su candidatura en el 2019.
“Cuando tomé la decisión, y lo hago en la primera persona del singular porque fue realmente así, de proponer a Alberto Fernández como candidato a presidente de todos los argentinos y las argentinas, lo hice con la convicción de que era lo mejor para mi Patria. Sólo le pido al presidente que honre aquella decisión”, manifestó el jueves en la carta pública.
“Este culebrón lo que hace es exponer la debilidad de ambos... expusieron una crisis tipo (dúo musical) Pimpinela ante la gente”, opinó la analista Kleiman. “Este escándalo tendrá consecuencias en (las elecciones) de noviembre”.