Un viaje de diez días del jefe de la diplomacia china al Pacífico Sur, región que históricamente forma parte de la esfera de influencia de Occidente, demostró la voluntad de Pekín de abrir un nuevo frente en su búsqueda mundial de poder.
A primera vista, el canciller Wang Yi no tuvo éxito en su gira. Su propuesta central -un pacto regional que otorgaría a China un papel clave en la seguridad del Pacífico- se filtró antes en los medios y luego fue rechazada por los dirigentes de la región.
Los representantes de los diez Estados insulares del Pacífico convocados no se mordieron la lengua a la hora de criticar el hecho de que China haya intentado imponer un proyecto de tal importancia sin haberlos prácticamente consultado.
“No puede haber acuerdo regional cuando la región no se ha siquiera reunido para discutirlo”, dijo la primera ministra de las islas Samoa, Fiame Naomi Mata’afa.
Su homólogo de Fiyi, Frank Bainimarama, fue aún más lejos. En declaraciones al lado de Wang, criticó a quienes buscan “sumar puntos geopolíticos”, y afirmó que “eso no tiene casi sentido para aquellos cuyas comunidades están siendo devoradas por el mar que sube”.
Agravio
Una reacción de este tipo no es común en el respetuoso universo de la diplomacia. “China superó un poco los límites”, estima Wesley Morgan, experto de las islas del Pacífico en la Universidad Griffith de Australia. “La conversación debió haber sido más acalorada”, señaló.
Tras la respuesta de los Estados insulares, los responsables chinos, conocidos estos últimos años por su diplomacia agresiva, quedaron un poco aturdidos. La embajada de China en Fiyi informó que no se publicaría ningún documento al final de la reunión.
Sin embargo, el viaje de Wang marca claramente una “nueva etapa” para las ambiciones chinas en la región, juzga Euan Graham, especialista de seguridad en Asia-Pacífico en el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos.
Hasta el momento China buscaba ampliar su influencia “paso a paso”, explica este experto. “Ahora el velo ha caído. China tiene confianza, a veces demasiada confianza, y asistimos a una clara intensificación de sus esfuerzos”, agrega.
Durante esta gira, Wang se refirió a inversiones “beneficiosas para las dos partes” en infraestructuras, pesca o minería. Pero también abordó temas más sensibles, como la ciberseguridad, la vigilancia marítima o el mantenimiento del orden.
Programa ambicioso
Los expertos ven en todo esto un programa geopolítico mucho más ambicioso: debilitar la influencia de Estados Unidos, modificar el equilibrio militar en Asia, e incluso preparar una invasión de Taiwán.
“Esperamos ampliar nuestro círculo de amigos”, afirma Zhao Shaofeng, director del centro de investigación sobre los países insulares del Pacífico en la Universidad Liaocheng en China.
“Estados Unidos continuó rodeando y bloqueando a China en el plano internacional. En una cierta medida, China tiene que contraatacar”, agrega.
Algunos responsables estadounidenses temen que el objetivo de Pekín sea establecer una presencia militar permanente en el Pacífico Sur. Esto obligaría a Washington a reorganizar sus fuerzas, cuya prioridad actual es contener a Corea del Norte y China.
Si Pekín instalase una sola base en el Pacífico Sur, ésta sería “muy vulnerable” frente a las poderosas fuerzas estadounidenses en la región, estima Graham.
“Pero es evidente que sus proyectos son mucho más amplios”, explica. “Si consiguen tres o cuatro (bases) deberán ser tomados en serio” por Washington.
Los analistas anticipan que China actuará con paciencia y convencerá, uno por uno, a los dirigentes del Pacífico, que verán una ventaja política aliándose con Pekín.
Wang no se fue de la región con las manos vacías, ya que firmó una serie de acuerdos bilaterales con Samoa y Papúa Nueva Guinea que, a pesar de ser modestos, podrían permitir a los policías, buques y funcionarios chinos ser vistos más a menudo en esos países.
Las islas Salomón, sacudidas en el 2021 por revueltas, ya firmaron un pacto de seguridad que podría permitir a la policía china actuar allí para restablecer el orden.
Nadie debe subestimar a los dirigentes de las islas del Pacífico, advierte Richard Herr, profesor de la universidad de Tasmania, Australia.
“Existe en algunos círculos un cliché, un cliché poco afortunado, según el cual la lealtad de las islas podría comprarse”, dice. “Pero no lograron su independencia para venderla”, afirma.
Son pocos los que piensan que los dirigentes de la región tienen la capacidad de “llevar adelante una política exterior verdaderamente astuta”, y equilibrar las relaciones entre China y Occidente, señala Anna Powles, experta en seguridad de la Universidad Massey de Nueva Zelanda. Y sin embargo, “es exactamente lo que están haciendo”, concluye.