Construcciones a prueba de fuertes terremotos y una ciudadanía prevenida son las claves para protegerse en Japón, un país asolado por frecuentes desastres, el más reciente un sismo de 7.4 en Fukushima la semana pasada que dejó cuatro muertos, más de 200 heridos e infraestructuras dañadas.
¿Cómo se prepara un archipiélago situado en el Anillo de Fuego del Pacífico, la zona más sísmica del planeta, para convivir con temblores y tsunamis y evitar en la medida de lo posible graves daños? Japón combina estrictas regulaciones de construcción con una cultura preventiva en su población.
Una ley de 1981 marcó un antes y un después en los estándares de construcción antisísmicos del país, que han ido reforzándose en las últimas décadas y que son, según los expertos, los más elevados del mundo.
La ley básica surgió tras un terremoto de 7.4 en la prefectura de Miyagi (noreste), que dejó un millar de heridos y una veintena de muertos, y obligaba por primera vez a todos los edificios, casas e infraestructuras de nueva construcción a resistir fuertes sismos.
Se reforzaron pilares, se ensancharon paredes, se invirtió en nuevos materiales y cristales, entre otros, pero eso no pudo evitar que el terremoto de Kobe de 1995 afectase a infraestructuras anteriores y se perdiesen 6,434 vidas, con 40,000 heridos y 640,000 edificios dañados.
Ese mismo año una nueva ley reforzaba a la anterior con subvenciones para reformar las construcciones antiguas. El terremoto y tsunami del 2011, además, obligó a reconstruir gran parte de las costas del noreste con edificaciones nuevas que ahora han logrado evitar mayores daños en Fukushima y Miyagi, asoladas entonces.
Los japoneses son conscientes de la importancia de protegerse también en el interior de sus casas y acostumbran a usar muebles bajos, no gustan de colgar cuadros o grandes lámparas y apuntalan con soportes sus estanterías y televisores.
¿Y ante un tsunami? Los muros de protección frente al mar ya eran habituales en el país décadas atrás, pero tras el tsunami del 2011, murallas de hormigón cubren gran parte de las zonas afectadas y se han elevado en metros.
La comunidad pesquera de Taro, situada en Iwate, contaba desde 1965 con el muro más grande del país, de 10 metros de altura, pero eso no pudo evitar que falleciesen 181 personas y más de mil edificios desapareciesen en el desastre. Hoy, un nuevo muro de 15 metros vuelve a erigirse frente al mar.
Más allá de las infraestructuras, Japón también insiste en la importancia de estar preparados ante todo tipo de desastres.
Desde niños, los japoneses aprenden a protegerse la cabeza y colocarse debajo de las mesas ante un sismo, realizan simulacros de incendios o tsunami, así como observan qué lugares de un edificio y sus comunidades son más seguros para evacuar o refugiarse, algo que con toda seguridad pondrán en práctica a lo largo de sus vidas.