Europa no ha logrado crear un gran mercado unificado digital, una desventaja que explica la ausencia de gigantes europeos como Google y Facebook en Estados Unidos o Tencent y Alibaba en China.
Aunque no por ello es un desierto digital y los nuevos proyectos de regulación (DSA/DMA) anunciados el 15 de diciembre por la Comisión Europea podrían favorecer su despegue, a condición de que estén apoyados por una política industrial ambiciosa.
Retraso europeo
Estados Unidos dio nacimiento a cinco gigantes digitales: Google (motor de búsqueda), Apple (informática y telefonía móvil), Facebook (red social), Amazon (venta a distancia) y Microsoft (informática), agrupados bajo el acrónimo de Gafam. Cada uno de ellos pesa centenares de miles de dólares en Bolsa.
China también ha sabido producir el equivalente con Baidu (motor de búsqueda), Alibaba (venta a distancia), Tencent (videjuegos y red social) y Xiaomi (telefonía móvil).
Pero Europa está ausente en esta categoría de pesos pesados.
En la inteligencia artificial, la UE presenta tres veces menos de patentes que China y 3.4 veces menos que Estados Unidos, según la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI).
En este campo, a escala mundial, más de la mitad de las 51 empresas “unicornio”, sociedades no cotizadas que valen más de US$ 1,000 millones, son estadounidenses y un cuarto chinas. La UE solo tiene una.
Las razones del fracaso
En Europa, “no hay un gran mercado digital, tenemos un mosaico de reglas”, constata Alexandre de Streel, profesor de derecho de la Universidad de Namur y experto en regulación digital.
Incluso cuando nos dotamos de reglas comunes, como la Regulación General sobre la Protección de Datos (RGPD), se aplican de manera diferente, dice.
“El regulador irlandés de la vida privada, por ejemplo, es más flexible que su homólogo francés”, sostiene.
Una start-up europea se enfrenta a 27 regulaciones diferentes que frenan su desarrollo y la llevan a buscar salvación en Estados Unidos. Y es que la cultura del “capital-riesgo” está poco desarrollada en el Viejo Continente.
Europa sufre también por la ausencia de una política industrial común, los fondos públicos están dispersos en una multitud de proyectos nacionales.
“Cada país trata de crear sus propios hubs”, regiones que concentran universidades, start-ups y grandes empresas en un campo de excelencia, “pero ninguno tiene peso específico”, a diferencia de Silicon Valley o las grandes metrópolis chinas, subraya François Candelon, director del centro de reflexión BCG Henderson Institute.
Motivos para la esperanza
“La idea de que podría haber un ‘Gafam’ europeo se ha acabado. Olvidémoslo”, dice Candelon. Según él, Europa ya ha perdido la batalla del internet para el gran público (redes sociales, motores de búsqueda...) y ahora el desafío es “la digitalización de los líderes europeos en las diferentes industrias”. Por ejemplo, el automóvil, donde la informática es decisiva para que los fabricantes Volkswagen, Daimler o Renault sigan en cabeza.
Los europeos ya han logrado imponer grandes plataformas digitales especializadas, como Spotify (música), Blablacar (transportes), Zalando (vente a distancia), Booking (turismo).
Según el inversor Matthieu Lattes del fondo White Star Capital, Europa, donde se multiplican las grandes inversiones, está ganando peso: “Hemos visto surgir nuevas generaciones de emprendedores que dicen ‘yo también quiero crear un gigante mundial’”.
“El valor de las empresas de tecnología europea se ha visto multiplicado por cuatro en los últimos cinco años. Europa tiene el mayor número de científicos de alto nivel en la inteligencia artificial y más desarrolladores de programas que Estados Unidos”, aseguró la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en el salón Web Summit.
¿Hacia un Airbus digital?
Según Candelon, hay que “crear asociaciones con los gigantes estadounidenses de la tech, pero con nuestras condiciones, de igual a igual”, y las nuevas legislaciones DSA y DMA “van en esta dirección”. Aboga por una soberanía europea en el campo digital.
La Comisión Europea debe demostrar que puede ser “tan buena en la política industrial como en la regulación”, dice Streel, que imagina un Airbus de la tecnología.
“Después del carbón y el acero, avancemos en la puesta en común de la producción digital”, reclama también Frédéric Mazzella, fundador de Blablacar.