La crisis económica actual, el auge de las desigualdades y el largo cierre de escuelas que ha habido en América Latina durante la pandemia son un cóctel “preocupante” para los niños y adolescentes de una región que, según la representante de Unicef en Panamá, Sandie Blanchet, se expone a tener “una generación perdida” de jóvenes.
“En Panamá, los niños no tuvieron acceso a una educación presencial durante 21 meses. Eso es mucho. Y significa que ahora los adolescentes de 14 años no regresan a la escuela, porque ya están trabajando y para ellos es difícil volver a estudiar. Por eso hablamos del riesgo de una generación perdida”, expone Blanchet en una entrevista con EFE en Bruselas, durante una visita oficial ante la Unión Europea (UE).
La responsable de UNICEF teme por el futuro que les espera a los niños y adolescentes que no terminen sus estudios, y advierte de los efectos que esto puede tener para el desarrollo de toda una sociedad: “No solo es una generación perdida, ¡es un país perdido! Para nosotros es una situación alarmante, estamos muy preocupados”.
El desafío educativo
De media, América Latina y el Caribe fue la región del mundo que, según Naciones Unidas, más tiempo mantuvo las escuelas cerradas por la COVID-19, con 70 semanas lectivas interrumpidas entre febrero del 2020 y marzo del 2022 (es decir, entre 17 y 18 meses), un período que casi duplica el promedio global de 41 semanas (unos 10 meses).
Además, un informe educativo del Banco Mundial también estima que en el 2022, al término de la pandemia, el 79% de los niños latinoamericanos de más de 10 años no puede leer ni escribir correctamente un texto simple, una cifra que en el 2019, antes de los cierres escolares por la COVID-19, era del 52%, según las estimaciones del Banco.
Blanchet constata un empeoramiento en el aprendizaje, y por esto considera que la recuperación económica de la región “debe centrarse en los niños más vulnerables para ofrecerles oportunidades”.
Según ella, los gobiernos deben apostar por “soluciones innovadoras” que en las escuelas impulsen, por ejemplo, el uso de Internet en los aprendizajes, mientras que, para los más pequeños, remarca la importancia de lograr “servicios de calidad” durante las primeras etapas de la infancia.
La selva del Darién, una crisis migratoria mundial
Como representante de UNICEF en Panamá, otro reto de Sandie Blanchet es la respuesta humanitaria al constante flujo de niños y adolescentes migrantes que cruzan la selva del Darién en la frontera con Colombia, que es el punto de unión entre América Central y del Sur y un paso obligado para quienes buscan llegar a Estados Unidos.
“En la mayoría de veces, los niños van con sus padres, pero también tuvimos a más de 1,000 casos de niños y adolescentes que cruzaron la jungla solos o con un amigo... sin padres ni cuidadores”, detalla.
Y añade: “Tengo un hijo de 14 años y no puedo imaginármelo en la jungla durante siete o diez días sin agua potable, comida, ni protección. Hay mucha violencia allí”.
Blanchet asegura que existen muchos casos de niñas y mujeres que han sido víctimas de violencia sexual durante su travesía por la selva. Los asaltos y los homicidios también van al alza en un entorno hostil en el que, según la representante de UNICEF, muchas familias se ven obligadas a separarse por las adversidades del recorrido.
El pasado 2022, hubo 248,284 personas que cruzaron el Darién, 40,438 de las cuales (el 16%) fueron niños, y en su mayoría de menos de 5 años, según los datos de UNICEF.
Por esta razón, garantizar la protección de los menores migrantes es uno de los objetivos de la organización en las fronteras de Panamá, donde proporciona servicios de salud, sistemas de agua potable y artículos de higiene para los desplazados.
Blanchet apunta que el apoyo económico de la UE y de Estados Unidos sirve para costear todos estos servicios básicos aunque, a su juicio, la organización necesita más dinero y, sobre todo, más donantes, ya que muchos de ellos retiraron sus ayudas a Panamá después de que el Banco Mundial lo declarara como un país de ingresos altos en el 2017.
“Y también es necesario que haya interés en la región, porque la situación es grave y no va a cambiar. No vemos progreso, al contrario: lo que vemos es que cada año hay más niños y adolescentes que cruzan la jungla y que afrontan una situación muy peligrosa y con muchos riesgos”, sentencia.
Fomentar el desarrollo en los países de origen de los migrantes es la otra pieza clave de la ecuación porque, según Blanchet, cuando unos padres deciden emigrar con la familia es porque realmente “no tienen ninguna esperanza para sus hijos”.
(Con información de EFE)