Una isla rusa al norte de Japón está poniendo a prueba los esfuerzos de Moscú por compatibilizar su preciada producción de combustibles fósiles con la necesidad de hacer algo para controlar el cambio climático.
Más de dos tercios de la isla Sajalín son boscosos. Con el visto bueno del Kremlin, sus autoridades se han fijado el ambicioso objetivo de hacer que la isla, la más grande de Rusia, logre la neutralidad del carbono para el 2025.
La idea es que los árboles absorban la misma cantidad de dióxido de carbono que producen su medio millón de residentes y sus industrias. El gobierno ruso de Moscú, a 6,400 kilómetros (4,000 millas) de distancia, espera repetir esa fórmula en toda la nación. Rusia es el país que más zonas verdes tiene.
“La estructura económica de Sajalín, su gran cantidad de bosques y una distribución equilibrada del carbono reflejan la situación de Rusia en general”, expresó Dinara Gershinkova, asesora del gobernador de Sajalín en materia climática y de desarrollo sustentable. “Los resultados del experimento de Sajalín serán representativos, aplicables a toda la Federación Rusa”.
El proyecto refleja un marcado contraste en la actitud de Rusia hacia el cambio climático.
El presidente ruso Vladimir Putin bromeó acerca del calentamiento global en el 2003, diciendo que los rusos “gastarían menos en abrigos de piel y aumentaría la cosecha de cereales” si continuaba.
El año pasado, no obstante, admitió que el cambio climático “requiere acciones reales y que se le preste mucha más atención”. También trató de presentar a la nación que más combustibles fósiles exporta como un país a la vanguardia de la lucha contra el calentamiento del planeta.
La gran zona boscosa del país es fundamental en este sentido.
“Al proponerse crear una economía neutral en carbono a más tardar en el 2060, Rusia confía, entre otras cosas, en el recurso único que representan los ecosistemas boscosos que tenemos disponibles y su importante capacidad de absorber el dióxido de carbono y de producir oxígeno”, expresó Putin en un discurso por video en la cumbre climática de las Naciones Unidas en Glasgow el 2 de noviembre. “Después de todo, nuestra nación tiene el 20% de los bosques del mundo”.
Los científicos dicen que las formas naturales de eliminar el dióxido de carbono, el principal gas con efecto invernadero, de la atmósfera desempeñarán un papel clave en la lucha contra el calentamiento global.
Muchos países presentes en la cumbre tienen formas de absorber las emisiones para cumplir el objetivo de alcanzar un “cero neto” para el 2050. O sea, emitir solo la cantidad de gases con efecto invernadero que pueden capturar, ya sea por medios naturales o artificiales.
Los expertos creen que las matemáticas detrás de estos cálculos son poco confiables y pueden ser manipuladas por los gobiernos, a los que les interesa producir cifras positivas en relación con las emisiones.
“Rusia hace un enorme aporte a la absorción de las emisiones globales —las propias y las de otros— a partir de la capacidad de absorción de nuestros ecosistemas”, manifestó Viktoria Abramchenko, viceprimera ministra a cargo de temas ambientales, durante una reciente conferencia en San Petersburgo.
Pero Natalia Lukina, directora del Centro de Ecología y Productividad de los Bosques, dice que las cifras que ofrecen los rusos no son reales sino más bien presunciones, ya que “no hay estadísticas precisas”.
Un problema, para empezar, es que nadie sabe cuántos árboles hay en los bosques rusos.
La dependencia forestal rusa los contó a lo largo de 13 años, con un costo de US$ 142 millones, pero no difundió las cifras.
La red rusa de estaciones monitoras de las emisiones es limitada, según Lukina.
Vadim Mamkin, científico que mantiene uno de los 11 mástiles que miden los gases con efecto invernadero en la región de Tver, dijo que el equilibrio de carbono en esos bosques viejos “es generalmente de cero”, aunque esas cifras varían un 10% de año en año.
Los incendios forestales, que queman millones de hectáreas, son otro factor a tomar en cuenta. Bosques que almacenaron carbono por décadas súbitamente pasan a ser grandes emisores cuando se incendian, anulando toda la absorción, de acuerdo con Sergey Bartalev, director de un laboratorio que monitorea los ecosistemas boreales del Instituto de Investigaciones Espaciales.
Estos incendios son cada vez más frecuentes en Rusia, en parte por el cambio climático.
Este año se quemaron 13.1 millones de hectáreas, cifra sin precedentes, lo que dio paso a la emisión de 970 toneladas métricas del equivalente al CO2, según un cálculo del Programa Copérnico de la Unión Europea, casi el doble de lo registrado en el último período de absorción.
La prevención de incendios es ahora una de las prioridades de la estrategia de Moscú para reducir la cantidad de carbono.
Rusia ha dicho que planea alcanzar la neutralidad del carbono para el 2060, el mismo plazo que se fijaron China y Arabia Saudí, pero diez años más tarde que el de Estados Unidos y la Unión Europea.
Los científicos dicen que suspender emisiones adicionales de gases de efecto invernadero para el 2050 es la única forma de cumplir con los objetivos del acuerdo de París, que buscan prevenir un calentamiento superior a 1.5° centígrados (2.7 Fahrenheit) para fines del siglo. No cumplir con ese objetivo sería catastrófico.
Quienes dudan del compromiso de los rusos seguirán de cerca sus movimientos.
Vasily Yablokov, director de la unidad de Energía y Clima de la rama rusa de Greenpeace, señaló que teme que Rusia “ajuste sus estimados a sus necesidades”.
Un factor que hace que a Rusia le interese presentar cálculos de emisiones bajos es la perspectiva de que se cobre una tarifa relacionada con las emisiones a las importaciones provenientes de países que se cree no hacen lo suficiente para contener el cambio climático.
“Lamentablemente, se sobreestima el papel de los bosques”, sostuvo Alexey Kokorin, director del programa de clima y energía de WWF-Rusia.