El uso de la burka fue la normalidad en el pasado para las mujeres afganas bajo el dominio del Talibán. (Reuters).
El uso de la burka fue la normalidad en el pasado para las mujeres afganas bajo el dominio del Talibán. (Reuters).

Después de 20 años de una devastadora guerra, los afganos que viven en ciudades alejadas de la capital, Kabul, sienten una mezcla de alivio y temor por lo que les espera bajo el régimen de los talibanes, en especial las .

El triunfo del grupo islamista de línea dura y la rendición masiva de las fuerzas gubernamentales trajo un anhelado respiro, ya que la larga guerra dejó a decenas de miles de muertos y millones de personas sin hogar desde 2001.

“La gente está muy feliz. No habrá más corrupción, y tal vez no más bombardeos”, dijo a la agencia AFP un periodista de la ciudad sureña de Lashkar Gah, en la provincia de Helmand.

Si las mujeres pueden trabajar, recibir educación en todos los niveles y relacionarse con los hombres son algunas de las preguntas más urgentes.

Un director de escuela en la ciudad nororiental de Kunduz, donde los talibanes tradicionalmente tienen menos influencia, dijo a la AFP que el grupo estaba permitiendo la educación de niñas de todas las edades, pero bajo estricta segregación.

“Los talibanes dijeron que si son mujeres las que enseñan a las niñas, entonces no hay problema”, explicó por WhatsApp. Y precisó que “las maestras pueden ir a la escuela pero no pueden trabajar junto con los hombres”. Otra de sus órdenes es que no se permite música ni canto.

Sin embargo, dijo haber observado que en los mercados y en los hospitales, todavía se podía ver a las mujeres sin acompañantes masculinos.

Los talibanes con los que hablaron no dijeron si las nuevas reglas provenían de arriba o si se estaban implementando localmente.

Los militantes han prometido en repetidas ocasiones un gobierno diferente al brutal régimen impuesto en la década de 1990, en el que las mujeres quedaron confinadas en sus hogares, la mayoría de las actividades de entretenimiento se prohibieron, al tiempo que se practicaron castigos como lapidaciones y ejecuciones públicas.

Se han comprometido a respetar los avances logrados en los derechos de la mujer, pero solo de acuerdo con su estricta interpretación de la ley islámica.

Este giro en el proceder de los talibanes es visto con escepticismo, de ahí que los expertos se preguntan si se trata de una apuesta a corto plazo para buscar el reconocimiento internacional y la continuación de la ayuda vital.

Usar la burka por miedo

Una partera que trabaja para una ONG extranjera en Lashkar Gah aseguró que le dijeron que se quedara en casa hasta que hubiera más claridad por parte de los talibanes. “Realmente no estoy feliz porque necesito el dinero”, dijo.

Los talibanes aún no han formado un gobierno, lo que deja lugar a diferencias en la forma en que afirman su autoridad en los territorios recién ocupados.

Un empleado de la Universidad Lashkar Gah, que dijo que muchas de sus colegas mujeres todavía asistían esta semana al trabajo, se reunió con funcionarios talibanes después de que le preguntaron sobre el plan de estudios del próximo semestre. “Era nuevo para ellos. Solo son aldeanos”, dijo a la AFP por WhatsApp.

Algunas mujeres en la ciudad, impulsadas por el miedo, volvieron a usar burka, que cubre todo el cuerpo y el rostro, con una rejilla de tela a nivel de los ojos, el cual ya es común en el sur que se caracteriza por ser profundamente conservador, observó esta semana.

Sin embargo, relató cómo los militantes, que antes arrestaron a los hombres por no dejarse crecer la barba, no interfirieron cuando fue al peluquero a afeitarse esta semana.

En Herat, una ciudad cosmopolita a solo 150 kilómetros (100 millas) de la frontera iraní e influenciada por la cultura persa, hombres y mujeres anteriormente caminaban juntos en parques por la noche. Esto ya no es posible.

Una empleada de la universidad local, preocupada por su futuro profesional, dice que ahora tiene que trabajar sin hombres y le preocupa recibir su salario.

En Kandahar, la segunda ciudad más grande de Afganistán, que fue también la capital del primer régimen talibán, el propietario de un café de moda ha mantenido abierto su establecimiento.

“Hasta ahora, los talibanes no han creado ningún problema”, dijo, al tiempo que reconoció que los clientes ya no llegan a su establecimiento.