Latinoamérica presenta una mayor dificultad a la hora de actuar debido al gran abanico de comunidades indígenas que hay y que necesitan una ayuda individualizada. (Foto: FIDA)
Latinoamérica presenta una mayor dificultad a la hora de actuar debido al gran abanico de comunidades indígenas que hay y que necesitan una ayuda individualizada. (Foto: FIDA)

El español Álvaro Lario toma el mando del de la en medio de una crisis mundial en la que la población rural es la más afectada, también en los países “de renta media”, como en , donde se debe actuar para frenar “las crecientes desigualdades” que son la causa de estallidos sociales.

“Es importante que los fondos vayan enfocados sobre todo a los países de renta baja, pero también a los de renta media, donde las personas y las comunidades que viven en las zonas rurales sufren un grado de desigualdad y pobreza muy elevado”, explica pocos días después de su elección como nuevo presidente del organismo de Naciones Unidas.

Por eso, Lario quiere centrarse durante su mandato en los más vulnerables, con el deseo de “romper con el ciclo de pobreza, cambio climático y migración forzada” que se lleva viendo alrededor del mundo desde hace años y que está provocando conflictos sociales como el de Sri Lanka, además de amenazar con muchos más.

Gracias a su experiencia como vicepresidente financiero de esta agencia de la ONU, pero también en el sector privado, Lario tiene claras sus prioridades cuando en octubre asuma la presidencia para los próximos cuatro años: afrontar la actual crisis y su impacto a través de la movilización de capital.

“No es suficiente con la ayuda de desarrollo o del sector público. Es muy importante que atraigamos al sector privado y a los grandes ahorros que existen”, remarca este economista, que también ha pasado por el Banco Mundial.

Con esa directriz en mente, Lario ha llevado a cabo una serie de reformas que han convertido al FIDA en la primera agencia de la ONU en emitir bonos de desarrollo en los mercados financieros, una medida con la que espera potenciar para “movilizar más capital y lograr el Objetivo de Desarrollo Sostenible de ‘Hambre Cero’ en el 2030″.

Esta financiación no solo es necesaria para cubrir los retos a corto plazo, “que serán muy grandes” debido a la actual crisis alimentaria, sino también para dar respuesta a los de medio término: una “desigualdad creciente, los desastres climáticos, que se han cuadriplicado en los últimos años, o una recuperación económica de la pandemia que ha sido bastante desigual”.

Sin embargo, estos impactos afectan a muchos países de renta media, como la mayoría de los de América Latina, “una región muy peculiar” en la que “la desigualdad es creciente, la inflación está afectando sobre todo a los más pobres, y un cuarto de la población está sufriendo ya inseguridad alimentaria”.

Asimismo, Latinoamérica presenta una mayor dificultad a la hora de actuar debido al gran abanico de comunidades indígenas que hay y que necesitan una ayuda individualizada: “El diálogo y la inclusión en el diseño de los programas es una parte muy importante de cómo podemos atenderlos”, explica.

Por este motivo, una de sus principales reformas para la organización es potenciar la descentralización e impulsar así “el diálogo con los gobiernos locales”, que muchas veces no piensan en las zonas rurales, donde se acumulan “buena parte de los pobres, que no reciben el mismo grado de atención”.

Pero la ayuda de la ONU para que los pequeños agricultores sean resilientes no solo está enfocada en los efectos de la desaceleración económica, la inflación, la ausencia de insumos agrícolas o el incremento de precios como el de la gasolina, sino también en el cambio climático, un elemento que ha quedado apartado en los programas.

“A medio plazo el FIDA tiene que movilizar más recursos para la parte climática. Los agricultores y las zonas rurales están muy impactados por el clima, cada vez más, y es importante que consigamos que sean parte regular de los programas”, subraya.

Sin embargo, para Lario la financiación no debe centrarse en mitigar los efectos del cambio climático en los pequeños agricultores debido a las constantes sequías e inundaciones, sino a su adaptación al clima.

“El problema con la adaptación de muchas de estas zonas al clima es que la financiación es muy baja. Por cada doce dólares que se invierte en mitigación se invierte uno solo en adaptación”, afirma.

Lario también destaca como un reto importante superar la brecha de género: “Las mujeres y jóvenes, los grupos más marginalizados y los indígenas son los más afectados y los que más sufren el grado de pobreza”.

“Crear oportunidades para que las personas en sus propios lugares de nacimiento puedan tener su propia producción local, diversificar sus fuentes de ingresos y acceder a los recursos, hará que, a medio plazo, buena parte de la población que tiene que irse, sin quererlo en muchos casos, pueda quedarse y tener oportunidades económicas”, sostiene el nuevo presidente del FIDA.