El sector turístico está tomando conciencia de los problemas medioambientales y busca adaptarse, con iniciativas que van desde evitar los trayectos cortos en avión y el turismo de masas hasta respectar las zonas protegidas, según se refleja en la feria profesional IFTM Top Résa organizada en París.
En 2019, antes de la pandemia de COVID-19, unos 1,500 millones de turistas viajaron por todo el planeta, generando US$ 1,5 billones de ganancias, según la Organización Mundial del Turismo (OMT).
Pero la pandemia, que paralizó los viajes, y los problemas climáticos han tenido un impacto brutal en los profesionales del sector del turismo. Un ámbito que es “a la vez muy vulnerable a los cambios climáticos y una fuente de emisiones de gas de efecto invernadero, una de la causas del calentamiento plantario”, reconoció la OMT.
Según un estudio de la organización, publicado en diciembre 2019 para la COP25, las emisiones de CO2 del sector “deberían aumentar al menos 25% de aquí a 2030″.
“Es urgente aumentar la acción climática en el turismo”, señalaba ya en aquel momento la OMT, estimando que finalmente, “el coste de la inacción climática sería, a largo plazo, más elevado que el de cualquier otra crisis”.
En el salón IFTM Top Résa, que se celebra esta semana, estos temas, que hace unos años apenas se comentaban, son ahora el centro de los debates.
En el puesto de Malasia, su embajador en Francia, Dato’ Zamruni Khalid, explica a la AFP que una de las principales consecuencias del cambio climático para su país es la “abundancia de lluvias que pueden provocar inundaciones repentinas”.
Y estas lluvias tienen además un impacto sobre la economía del turismo, que representaba el 15,9% del PIB de Malasia en 2019.
El gobierno lanzó un plan de modernización de las infraestructuras y el país protege “algunas islas donde el número de turistas es limitado, especialmente en la costa de Sabah” y varios parques nacionales, precisa el diplomático. Pero reconoce que “no podemos parar el turismo de masas”.
“Viajar, algo excepcional”
Ecuador “nunca fue un destino turístico de masas como otros lugares en el mundo (...) y queremos preservarlo”, señala por su parte el ministro ecuatoriano de Turismo, Niels Olsen.
En enero, el país amplió su reserva natural en las islas Galápagos, uno de sus principales atractivos turísticos. Pero el ministro acudió a la feria de París para promocionar otros destinos más locales, rurales y familiares, en busca de viajeros “de calidad”.
“Se trata más de aumentar la calidad de los viajeros que el volumen”, asevera Olsen, en un país donde el turismo sólo representa el 1.5% del PIB.
“El viaje no va a desaparecer, pero se tiene que hacer más virtuoso”, estima Eric La Bonnardière, fundador de la agencia de viajes Evaneos, especializada en escapadas a medida. “Probablemente la gente va a viajar menos en el futuro, tomará menos el avión y se tendrá que asumir que viajar es algo excepcional”, explica.
Según un estudio en Francia del gabinete Protourisme, 44% de las personas interrogadas pensaban cambiar de forma de pasar las vacaciones en 2022 debido a las preocupaciones medioambientales (+7 puntos en relación a 2021 y +16 puntos respecto a 2019).
Cuanto más joven es el viajero, más le preocupan estos temas. Un 72% de las personas entre 18-24 años se plantea cambiar estas prácticas, frente a sólo un 34% entre las de 50-64 años.
“Tenemos una viajera que fue a Martinica y que nos pidió organizarle un viaje en el que no se necesitara tomar ni un sólo coche”, recuerda Eric La Bonnardière, una exigencia que no veía hace unos años.
No obstante, constata, “hay una heterogeneidad en la toma de conciencia (sobre el medioambiente) según las zonas del mundo”. En algunos lugares donde “el tema número uno es salir de la pobreza, los problemas climáticos vienen después”, dice.