Partido Comunista de China. (Foto: Difusión)
Partido Comunista de China. (Foto: Difusión)

A pocos pasos de un moderno rascacielos, se ve una estatua de Mao Zedong. El “pueblo modelo” de Huaxi, donde los habitantes viven en lujosas villas, resume un siglo de comunismo chino, con todas sus contradicciones.

El celebra este 1 de julio sus cien años y ensalzó el impresionante crecimiento del país desde hace 40 años. Pero en las calles casi desiertas de Huaxi, la bonanza económica parece que ha desaparecido.

Unas farolas oxidadas con adornos de dragones rodean la plaza central del pueblo. Son las decoraciones de hace 10 años, cuando Huaxi celebró por todo lo alto su 50 aniversario.

La festividad estuvo marcada por la inauguración de una gigantesca torre de 328 metro en medio del campo, símbolo de prestigio para este pueblo, presentado como modelo en toda China por sus habitantes “millonarios”.

El edificio dispone de un hotel de cinco estrellas, un cine, una acuario gigante e incluso una estatua de un búfalo en oro.

El rascacielos costó al pueblo, situado a 130 km al noroeste de Shanghái, 3,000 millones de yuanes (unos US$ 464 millones actuales). Pero no hay muchos clientes.

Desde el piso 72, donde durante un tiempo hubo un restaurante giratorio con bailarinas norcoreanas, los pocos visitantes que hay pueden ver decenas de casas idénticas hasta donde alcanza la vista.

Villas deshabitadas

“Muchas están deshabitadas. Sus ocupantes sólo vienen de vez en cuando”, se lamenta uno de los agentes a cargo de vigilar al equipo de la AFP, que tiene prohibido hacer entrevistas a los residentes.

“Los que tienen recursos, compran en otro lugar una propiedad inmobiliaria y envían a sus hijos a las grandes universidades”, afirma el hombre, de aspecto deportivo.

El “pueblo” de Huaxi cuenta con 30,000 habitantes, una cifra insignificante a nivel de China. En los años 1960, no eran más de 700 en una localidad sumida en la miseria, como todo el país.

Cuando el PCC llega al poder en 1949, en China falta de todo. El régimen de Mao Zedong impone un colectivismo duro, que se traducirá en una catástrofe económica que pondrá a la población al borde de la hambruna.

A finales de los años 1970, el partido se abre al capitalismo, llamado “socialismo con características chinas”. Cuatro décadas después, China es la segunda potencia económica mundial y supera a Estados Unidos en número de multimillonarios.

Huaxi, antaño buen alumno del PCC, resume a pequeña escala la impresionante transformación del país, con sus inmensas inversiones pero también la mezcla de negocios y política, y sus desigualdades.

-Imperio familiar-

Huaxi fue pionero en las reformas económicas. Primero “a escondidas”, como le gustaba recordar al fallecido jefe local del PCC, Wu Renbao, quien, según la leyenda, tuvo la audacia de crear una fábrica de clavos en una época en la que emprender todavía estaba “prohibido”.

Al frente de la localidad durante cuatro décadas, Wu inicia una industrialización del pueblo a marchas forzadas, primero en la metalúrgica y el textil.

En 1992, toma al pie de la letra el llamado del líder Deng Xiaoping, artífice de las reformas del país, y contrae una deuda colosal para acumular materia prima, apostando por el aumento de los precios. La jugada le sale bien y Huaxi triunfa.

Wu, una figura venerada, funda luego un conglomerado para administrar los negocios del pueblo, el Huaxi Group, que cotiza en la Bolsa de Shenzhen (sur).

Actualmente, su hijo menor, Wu Xie’en, al frente del pueblo, dirige este imperio.

Según documentos que ha podido consultar la AFP, los puestos clave del grupo y de la localidad están en manos de la familia Wu.

El Huaxi Group es en realidad “una empresa familiar” dirigida por un “clan”, señala Larry Ong, del gabinete SinoInsider, con sede en Estados Unidos y que ha dirigido un informe sobre la localidad.

El fin del cuento de hadas

Los habitantes son a la vez accionistas y trabajadores del conglomerado. Tienen la obligación de reinvertir los beneficios en nuevos proyectos, y, en contrapartida, viven en espaciosas casas al estilo estadounidense. Estas viviendas son propiedad de la localidad.

Están excluidos de este privilegio los habitantes que no son oriundos de lugar, es decir, la inmensa mayoría de ellos.

Pero en febrero, unas imágenes en las redes sociales rompen el hechizo del cuento de hadas.

En los videos se ve a gente en fila esperando delante de un edificio oficial para retirar sus ahorros. Las autoridades confirmaron que las imágenes eran auténticas pero negaron cualquier rumor de quiebra.

Según la prensa china, la comuna está endeudada a nivel de 38,900 millones de yuanes (unos US$ 6,000 millones).

Huaxi Group, que hace 15 años figuraba entre las 100 mayores empresas de China, desapareció el año pasado de la lista de las 500 primeras compañías del país.

Estos últimos años, el grupo invirtió de forma masiva en la finanza, un sector muy volátil, recalca Valarie Tan, del centro de sinología Merics en Alemania. “Pero esto no bastó para compensar todas las pérdidas”, observa esta especialista.

Sin contar con los gastos de funcionamiento del descomunal hotel. “Ningún pueblo tendría los medios” para hacerlo, afirma.

“Sin medios”

“Todo el mundo envidia nuestra vida en Huaxi. Pero nosotros, tenemos envidia de la gente de otras partes”, asegura el guardián anónimo, que lamenta la situación económica del pueblo, que ya ni siquiera interesa “a los trabajadores migrantes” de otras provincias.

Delante del rascacielos, uno de ellos confirma estas dificultades.

“No tengo los medios ni de pagarme una comida en este hotel, un noche ya... La única vez que entré fue para aprovechar el aire acondicionado, ¡que era gratis!”, comenta irónico el hombre, de unos 50 años, que requirió el anonimato.

Huaxi “es un pueblo Potemkin de los tiempos modernos que el PCC mantiene para conservar la adhesión (de la población) a una ideología en quiebra”, estima Ong.

Los habitantes son “virtualmente prisioneros”, según él.

Ya que si se van definitivamente, pierden su vivienda, tienen que renunciar a sus acciones y rembolsar los gastos de la colectividad, afirma ONG. Es una “condena a muerte”, para él.

Detrás de “la utopía del pueblo comunista modelo”, Huaxi representa “en realidad a pequeña escala lo que es el régimen del PCC (en China)” con su clientelismo, sus desigualdades y su “jerarquía social”, añade.

Huaxi encarna “una terrible historia de despotismo”, con un secretario del PCC y su familia, cuyo “poder sin control” ha traído “muy malas decisiones”, considera Valarie Tan.

Pero el partido no dejará que Huaxi vaya a la quiebra, según ella. “Sería como una mancha, sobre todo en este año del centenario del PCC”.

Ningún pedido oficial de entrevistas a las autoridades obtuvo respuesta.