La mayor barriada popular de Caracas, Petare, lloró la muerte del padre Miguel Vargas por COVID-19. Ha sido una historia común en los últimos meses en Venezuela, un país católico, con alta pobreza, en el que uno de cada cinco sacerdotes ha contraído el coronavirus.
“El padre Miguel era un hombre muy alegre, muy servicial y muy abierto a toda la comunidad”, comentó el padre Arsenio Zambrano, quien sucedió como párroco de Petare a Vargas, fallecido el 15 de abril a los 51 años.
“Transmitía mucho esa alegría”, agregó este joven cura, diez años menor que su antecesor, poco antes de dar misa con su mascarilla puesta frente a un grupo de feligreses en la iglesia de estilo colonial del barrio, construida en el siglo XVIII.
Petare se ve golpeada por la pobreza y la delincuencia, reflejo de la crisis que sufre este país caribeño de 30 millones de habitantes.
El trabajo social de organizaciones como Cáritas nunca se detiene en esta comunidad, en la que un enjambre de precarias viviendas de bloques de cemento y techos de zinc se agolpa en las montañas que rodean las coloridas casas de su casco histórico y los edificios de su efervescente zona comercial.
“Hay acercamiento con los enfermos, con las personas más vulnerables, con todo aquel que lo necesita”, expresó Zambrano.
Desde que la pandemia llegó a Venezuela, en marzo del 2020, “se contabilizan 439 sacerdotes contagiados entre los 2,113 sacerdotes, de los cuales 45 fallecieron”, informó la semana pasada la Conferencia Episcopal Venezolana en un comunicado.
“Todo el mundo aquí le tenía mucho cariño. Me cayó demasiado mal (su muerte). Mal, mal, mal”, dijo con tristeza Marbelis Turmero, vecina de 52 años en esta barriada de 400,000 habitantes.
La pandemia ha golpeado a la Iglesia Católica venezolana desde sus bases, con la muerte de hombres como el padre Vargas, hasta el tope de su jerarquía, con el fallecimiento del cardenal Jorge Urosa Sabino el pasado 23 de setiembre, a los 73 años.
Según cifras oficiales, cuestionadas por organizaciones como Human Rights Watch por considerar que esconden un elevado subregistro, Venezuela ha sufrido unos 440,000 casos de COVID-19 y 5,000 muertes.
Personal de riesgo
Frente a la iglesia de Petare, jugadores de dominó y ajedrez se reúnen al caer la tarde, mientras adolescentes intercambian versos en batallas de rap “freestyle”. Lo que ocurrió allí no fue un caso aislado.
“En 38 de las actuales 41 circunscripciones eclesiásticas de Venezuela, ha habido miembros del clero que han sufrido contagio”, indicó la Conferencia Episcopal. “En 17 diócesis ha habido fallecidos”.
“No podemos sustraernos de visitar enfermos, estar con la gente, es imposible, por lo tanto, somos personal de riesgo”, declara el padre Carlos Márquez, vicario de la Archidiócesis de Caracas y párroco en Bello Campo, área de clase media en Caracas.
El gobierno autorizó la reapertura de templos en noviembre del 2020, después de siete meses y medio cerrados por cuarentena.
Dar ejemplo
Gel antibacterial y carteles que piden usar tapabocas y respetar el distanciamiento social son habituales a las puertas de las iglesias.
“Yo soy muy quisquilloso en ese sentido”, señaló el padre Zambrano, quien oficia una misa diaria de lunes a viernes y tres los domingos en Petare. “Tienes que cuidarte tú para poder cuidar a los demás. Das el ejemplo”.
La iglesia de Petare tiene en sus bancas de madera cruces hechas con cinta adhesiva para recordar a los feligreses mantener distancia entre ellos e intenta ofrecer mayor cantidad de ceremonias para evitar aglomeraciones. La de Bello Campo, en tanto, bloquea puestos con cintas amarillas de seguridad: “Peligro, no pase”.
Ha sido fundamental la vacunación, indica por otro lado Márquez.
“Hicimos un gran esfuerzo para conseguir vacunas no solo para los sacerdotes, sino también para el pueblo de Dios”, dijo el vicario, refiriéndose a jornadas de vacunación emprendidas en templos con respaldo del Ministerio de Salud.
Una consulta de la Archidiócesis de Caracas arrojó que 83% de los sacerdotes en la capital han sido inmunizados.
El gobierno sostiene que 80% de la población venezolana ha sido vacunada, pero la Organización Panamericana de la Salud (OPS) estima que solo un tercio ha recibido dos dosis.