El envío de dos buques españoles al Mar Negro como parte del despliegue militar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ante las tensiones entre Ucrania y Rusia, ha vuelto a poner de manifiesto la importancia del Bósforo como paso clave a la región y hace prever difíciles decisiones para Turquía en caso de que estalle un enfrentamiento.
Regulación actual
El paso de buques de guerra por el Bósforo y por los Dardanelos está regulado por la Convención de Montreux de 1936, que limita número y tamaño de los buques de guerra de países no ribereños del Mar Negro, además de exigir un aviso con 15 días de antelación.
No pueden pasar navíos militares de más de 15,000 toneladas, por lo que ningún país de la OTAN puede enviar portaaviones al Mar Negro. Incluso el buque portaaeronaves español Juan Carlos I, un modelo de dimensiones reducidas, desplaza 26,000 toneladas y queda excluido. La fragata Blas de Lezo enviada por España tiene 5,800 toneladas y el dragaminas Meteoro 2,670.
Además, el volumen de todos los buques militares de países no ribereños en el Mar Negro nunca debe superar las 45,000 toneladas (con un máximo de 30,000 para un solo país), y ningún buque militar no ribereño debe permanecer más de 21 días seguidos en el Mar Negro, lo que obliga a frecuentes reemplazos si se quiere mantener una presencia naval estable.
¿Y si hay un enfrentamiento?
Estas provisiones solo se aplican a tiempos de paz. En tiempos de guerra, si Turquía es neutral, ningún buque militar de un país involucrado en el conflicto debe pasar por Bósforo o Dardanelos, salvo para retornar a su puerto.
El dilema turco
Si Turquía entra en guerra tiene derecho a tomar las decisiones que considere y puede autorizar el paso de cualquier buque. Un apoyo formal de Ankara a Ucrania en caso de enfrentamiento abriría el Bósforo a las fuerzas navales de la OTAN, pero expondría a Turquía a ataques rusos, algo que prácticamente hace descartar esta opción.
El artículo 21 de la Convención de Montreux permite a Turquía actuar con la misma libertad cuando percibe una “amenaza inminente de guerra”, aunque no sea parte. En ese caso debe notificar -dice el tratado- a la Liga de Naciones, para que respalde o rechace la decisión.
Pero al haberse disuelto este cuerpo en 1946, su sucesor, Naciones Unidas, debería discutir primero si asume esta herencia, ya que hasta ahora nunca se ha dado el caso.
Los analistas turcos creen que Turquía podría invocar esta cláusula para beneficiar a sus aliados europeos, y que una posible respuesta negativa de Naciones Unidas solo llegaría tras un alargado proceso de negociaciones, quizás mucho después de decidirse una hipotética guerra.
Otra pregunta es cómo Rusia respondería a una decisión turca de abrir Dardanelos y Bósforo a buques de la OTAN. Podría responder con represalias menores, como el cierre de sus gasoductos, una medida que podría llevar al colapso inmediato la economía turca.
¿Se puede cambiar la convención?
Solo uno de los países firmantes de la Convención en 1936 puede proponer anularla o cambiarla. Son (o eran) Bulgaria, Rumanía, Francia, Reino Unido, Australia, Japón, Unión Soviética y Yugoslavia.
Pese al escaso número de firmantes, la Convención ha sido respetada escrupulosamente por todos los países en sus 85 años de existencia y no es probable que se llegue a modificar a corto plazo.